En total, Emilio contabiliza ya 12 novelas. Las dos más recientes fueron publicadas por Ediciones B. FOTO JUAN ANTONIO SÁNCHEZ.
Tomado de EL COLOMBIANO, 24 de Septiembre de 2012
Emilio, el ginecobstetra de la novela negra
Emilio Alberto Restrepo tiene ya dos títulos en el género de novela negra, en un volumen de Ediciones B.
Por JOHN SALDARRIAGA | Publicado el 24 de septiembre de 2012
Ya había matado a algunos de sus personajes. Ya había andado por caminos de truculencia. Pero ahora, Emilio Alberto Restrepo
da un paso más: incursionó de lleno en la novela negra. En la novela
detectivesca. Parece que se siente cómodo en ella y tiene planes de
quedarse.
Él viene escribiendo desde los 80, cuando ganó el premio de la Universidad de Antioquia con un trabajo titulado Poemas para pervertir a la juventud. Después escribió novelas de diversos tópicos. Los círculos perpetuos, El pabellón de la mandrágora. Y con esa personalidad hiperactiva, que le exige siempre estar haciendo cosas y diciendo con la boca o con los libros, ahora son 12 las novelas que tiene este ginecobstetra, que no separa sus dos profesiones, la de contador de historias y la de médico; las combina.
Como médico, va “embaucando” a las pacientes con cuentos que sirven de anestesia. Como contador de historias, acude a anécdotas y sucesos que ocurren en el hospital, curiosos unos, terroríficos otros.
Isabel y los chinos
Después de Isabel, el infierno y ¿Alguien ha visto el entierro de un chino? Son dos novelas cortas que conforman un volumen de la colección Novela Negra, de Ediciones B.
“Los médicos somos como detectives: vamos tras la pista de las causas de un mal, del mismo modo que los investigadores van detrás del esclarecimiento de un crimen. Ante nosotros se sienta un viejito y nos dice: ‘me duele en esta parte, me salió una mancha en tal lado y comí tal alimento’. Esos son indicios que nos sirven para tratar de esclarecer las causas del mal. Nunca llega diciéndonos: ‘doctor, tengo apendicitis”.
Después de Isabel, el infierno es la historia de una mujer residente de ginecología a quién asesinan a la salida en su automóvil de un refugio de ancianos, al parecer, por robarle el computador portátil y... Está bien, no contaré más.
En ¿Alguien ha visto el entierro de un chino?, una pareja de asiáticos, dueña de un restaurante, es asesinada en su casa. Nadie ha visto nada, pero la gente y las autoridades se dan cuenta de que adentro hay cadáveres por el hedor y por la presencia de gallinazos que quisieran darse un festín.
Conocedor del género, voraz lector de los relatos de Edgar Allan Poe, Gilbert Keith Chesterton, sir Arthur Connan Doyle, Ágata Christie y especialmente de Raymond Chandler, maestros del género, sabe que tradicionalmente, en la novela negra, un detective, por lo general dotado de una inteligencia asombrosa, resuelve un caso que se efectúa en un sitio específico.
En estas novelas, los asesinatos suceden como ocurren los crímenes en Medellín: sicarios que llegan en sus motocicletas y descargan sus ametralladoras. Y los investigadores no tienen que se profesionales en ello, sino circunstanciales. En la de Isabel es el novio, quien después de superar las iniciales etapas de la tristeza, comienza a esclarecer datos que le resultan extraños.
“Yo me baso en hechos de la vida real, que conozco de primera mano o por las noticias. En la novela de Isabel, conocí el caso de una médica asesinada y lo demás es ficción; en la de los chinos, la noticia de ese extraño crimen salió en los diarios y yo me fui llenando de recortes de prensa sobre el caso y yo me encargo, con la ficción, de tergiversarlo todo. Yo soy más bien un tergiversador”, revela Emilio, quien también siente encanto por estar en esquinas, tiendas de barrio, donde termina de enterarse de los asuntos que le interesan para sus ficciones.
Él viene escribiendo desde los 80, cuando ganó el premio de la Universidad de Antioquia con un trabajo titulado Poemas para pervertir a la juventud. Después escribió novelas de diversos tópicos. Los círculos perpetuos, El pabellón de la mandrágora. Y con esa personalidad hiperactiva, que le exige siempre estar haciendo cosas y diciendo con la boca o con los libros, ahora son 12 las novelas que tiene este ginecobstetra, que no separa sus dos profesiones, la de contador de historias y la de médico; las combina.
Como médico, va “embaucando” a las pacientes con cuentos que sirven de anestesia. Como contador de historias, acude a anécdotas y sucesos que ocurren en el hospital, curiosos unos, terroríficos otros.
Isabel y los chinos
Después de Isabel, el infierno y ¿Alguien ha visto el entierro de un chino? Son dos novelas cortas que conforman un volumen de la colección Novela Negra, de Ediciones B.
“Los médicos somos como detectives: vamos tras la pista de las causas de un mal, del mismo modo que los investigadores van detrás del esclarecimiento de un crimen. Ante nosotros se sienta un viejito y nos dice: ‘me duele en esta parte, me salió una mancha en tal lado y comí tal alimento’. Esos son indicios que nos sirven para tratar de esclarecer las causas del mal. Nunca llega diciéndonos: ‘doctor, tengo apendicitis”.
Después de Isabel, el infierno es la historia de una mujer residente de ginecología a quién asesinan a la salida en su automóvil de un refugio de ancianos, al parecer, por robarle el computador portátil y... Está bien, no contaré más.
En ¿Alguien ha visto el entierro de un chino?, una pareja de asiáticos, dueña de un restaurante, es asesinada en su casa. Nadie ha visto nada, pero la gente y las autoridades se dan cuenta de que adentro hay cadáveres por el hedor y por la presencia de gallinazos que quisieran darse un festín.
Conocedor del género, voraz lector de los relatos de Edgar Allan Poe, Gilbert Keith Chesterton, sir Arthur Connan Doyle, Ágata Christie y especialmente de Raymond Chandler, maestros del género, sabe que tradicionalmente, en la novela negra, un detective, por lo general dotado de una inteligencia asombrosa, resuelve un caso que se efectúa en un sitio específico.
En estas novelas, los asesinatos suceden como ocurren los crímenes en Medellín: sicarios que llegan en sus motocicletas y descargan sus ametralladoras. Y los investigadores no tienen que se profesionales en ello, sino circunstanciales. En la de Isabel es el novio, quien después de superar las iniciales etapas de la tristeza, comienza a esclarecer datos que le resultan extraños.
“Yo me baso en hechos de la vida real, que conozco de primera mano o por las noticias. En la novela de Isabel, conocí el caso de una médica asesinada y lo demás es ficción; en la de los chinos, la noticia de ese extraño crimen salió en los diarios y yo me fui llenando de recortes de prensa sobre el caso y yo me encargo, con la ficción, de tergiversarlo todo. Yo soy más bien un tergiversador”, revela Emilio, quien también siente encanto por estar en esquinas, tiendas de barrio, donde termina de enterarse de los asuntos que le interesan para sus ficciones.
No resulta f�cil еncontrar artгiculos bien expresados, de modo que aprovecho para reconoceгselo al autor.Saludos.
ReplyDeletePaгa leer mas Pedro
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