ALGUNAS NOTAS SOBRE MI
CUENTO PORNO.
Para explicarlo a los médicos-escritores Bohórquez,
Uribe-Arcila y Bernal, que me lo
preguntaron de manera específica
Siempre se ha dicho que
“un bobo cariado mata la mama” y en literatura eso es más cierto que nunca. Y esta
vez, en mi caso, sí que lo fue.
Me ocurrió en una
conferencia, cuando una asistente me dijo que había notado que de los libros míos
que ella conocía, varios de Tornado y los 2 de la Trilogía perversa de la
salud, todos se basaban en historias de la vida real, propias o ajenas,
relatadas a mí por sus protagonistas, en las cuales yo me había limitado, con
más o menos fortuna, a plasmar literalmente el suceso acontecido; era cierto
que las había retocado con algunas pinceladas de mi estilo, algunas gotas de
humor y unos toques de ficción, pero que, en resumen, era un copista de la
realidad y en ella me basaba para la búsqueda de mis temas literarios.
El tono era sobrio, la
entonación pausada y respetuosa y, es claro, no tenía intención de reproche,
apenas trataba de llegar a una definición de lo que consideraba era mi estilo.
No le parecía mal, de hecho, le firmé cerca de 5 libros y al parecer los
disfrutaba y los recomendaba. Al final me contó que estaba en su propia
búsqueda y que se mantenía muy atenta a lo que pudiera absorber de otros
escritores para contribuir a su formación como lectora-escritora, por eso iba a
lanzamientos y a conferencias y trataba de indagar sobre los detalles puntuales
del proceso. No me había fijado en ella antes, pero me subrayó que había ido a
las últimas 4 presentaciones mías en diversos sitios de la ciudad y que estaba
suscrita a mi canal de YouTube, algo que pude verificar luego.
Una vez en el taller
literario, algún compañero que había estado presente en la interacción con la
joven de lentes, aprovechó para plantearme el reto:
—Lo que te dijo la pelada
es cierto. Te la tiró prendida para que te cranees una historia desde cero, que
no sea de la vida real, que sea completamente inventada.
El asunto me quedó
sonando. Era cierto que hasta entonces no me lo había planteado, que me había
limitado a ser un amanuense de la realidad, lo cual no considerara que fuera
necesariamente malo, pero podría ser interesante tratar de excavar en esa forma
de escribir que hasta entonces desconocía.
Leyendo sobre teoría
literaria, sobre métodos de redacción, sobre inspiración artística y sobre
escritura creativa, temas para los que he investigado durante más de 20 años
para el blog http://decalogosliterarios.blogspot.com/
, me encontré unos apuntes sobre la diferencia en el enfoque de los escritores
extrovertidos y los introvertidos, en cuanto a su pulso de escritura.
Los primeros buscan hacia
afuera, se alimentan de las historias externas, como testigo o como
protagonista, del ambiente, de las anécdotas, de las noticias, en fin, del
mundo que los rodea y que le llega al cerebro a través de los sentidos. En
realidad, era el que me identificaba hasta entonces.
El otro era el mirar
hacia adentro, el explorar hacia el interior, el zambullirse hacia la parte interna
de la consciencia, “el lado oscuro”, ese enorme e ilimitado universo formado
por el subconsciente, el inconsciente colectivo, la memoria y sus distorsiones,
los miedos, las represiones, los asuntos no resueltos, los pulsos del deseo o
de la frustración o del resentimiento, y mil etcéteras más que siendo
estrictos, podríamos definir como insondables, incontables o ilimitados, porque
dan cuenta de una especie de agujero negro sin comienzo ni fin, que tiene vasos
comunicantes con el conocimiento humano y la memoria de incontables
generaciones que lo han alimentado desde el inicio de la historia misma. Tiene
conexión directa con el mundo de los sueños, de las alucinaciones, de la
demencia y los delirios y es por eso por lo que se explora poco, porque su
acceso no es simple y casi siempre es atemorizante y azaroso. Intimida y pone
en riesgo la aceptación personal, la estabilidad emocional y la estadía grata y
segura de las zonas de confort que ofrecen la auto complacencia y el
conformismo.
Entonces me acordé de dos
autores: Javier Marías y Stephen King.
El primero anota: “Hay
escritores que planifican hasta el último detalle antes de ponerse a escribir. Si
yo hiciera eso, me aburriría tanto que no escribiría el libro. Si ya sé todo lo
que va a suceder, para qué voy a escribir. Lo que
me divierte es descubrir cosas sobre la marcha, tomar decisiones. El verbo
inventar proviene del latín y significa hallar o descubrir algo nuevo o no
conocido. Yo descubro a la vez que escribo. Y a veces me contradigo. Saber lo
que va a pasar me aburre. Prefiero improvisar.” (https://www.elespanol.com/el-cultural/letras/20220109/javier-marias-siempre-impertinente/639936306_0.html)
Es decir, mirar hacia
adentro y tumbar monte, explorar, descubrir la historia y sorprenderse con
ella. Y nadie lo puede acusar de no ser buen escritor. Cada año es candidato “fijo”
al premio Nobel de literatura. Su obra es calificada de culta y sorprendente.
Sobre el segundo, se ha
dicho mucho. Es el autor mas comercial y prolífico de los últimos 50 años y
tiene el récor de más historias llevadas al cine. Es una verdadera máquina de
creación y producción y lo más fuerte que tiene son los argumentos y el manejo
del suspenso y el terror. Al respecto, en el libro “Mientras escribo”, tiene
algunas apreciaciones: “A menudo vislumbro el desenlace, pero nunca he
exigido a ningún grupo de personajes que hagan las cosas a mi manera. Al
contrario: quiero que vayan a la suya. En algunos casos el desenlace es el que
tenía previsto, pero en la mayoría surge como algo inesperado. Gran ventaja
para el novelista de suspense: resulta que además de ser el creador de la
novela, actúo como su primer lector; y si yo mismo, que lo veo por dentro, no
consigo prever con un mínimo acierto en qué dará el enredo, puedo estar casi
seguro de que el lector empezará a girar las páginas como un poseso. Además,
¿qué sentido tiene preocuparse por el final? ¿De qué sirve estar tan
obsesionado con controlarlo todo? Algo, tarde o temprano, siempre pasa. Las
historias no son camisetas de una tienda de souvenirs, ni GameBoys. Son
reliquias, fragmentos de un mundo preexistente que no ha salido a la luz. El
trabajo del escritor es usar las herramientas de su caja para desenterrarlas lo
más intactas que se pueda. A veces aparece un fósil pequeño, una simple concha.
Otras veces es enorme: un Tyrannosaurus Rex con todo el costillar y la
dentadura. Tanto da que salga un cuento o un armatoste de mil páginas, porque
en lo fundamental las técnicas de excavación son las mismas.” Otra vez, la
exploración, la sorpresa, el hallazgo.
Y lo confieso, esto era
nuevo para mí.
Pero me di cuenta de que
ya iba llegando la hora de ponerme a experimentar. Por lo menos con textos
cortos. Eso de tomar una idea, un concepto y sumergirse a bucear en aguas oscuras
a ver qué era lo que iba a encontrar, no me parecía ni fácil ni eficaz. Y
resultó que en realidad no era lo primero, pero sí podía ser lo segundo. Cuando
empecé con este sistema, por lo menos en el microrrelato y en el cuento, el
asunto pareció funcionar. Aún no me atrevo aplicarlo a la técnica de la novela.
Creo, y es lo que he hecho siempre, que ella necesita una planificación, una
estructura, un esqueleto(escaleta) de la cual todavía dependo para las
narraciones de más largo aliento.
Y entonces, eso fue lo
que hice con PORNO, aunque en justicia sigue siendo un cuento, tiene cerca de
6000 palabras.
Puesto en marcha el reto
asumido, me enfrenté a la famosa página en blanco, sin la más remota idea de lo
que iba a escribir. Eso en sí mismo no me ha aparecido intimidante, siempre se
me ocurre algo, no es factor de angustia y a través de los años he aprendido a
conjurarlo y a disfrutarlo, con lecturas recreativas o cine o literatura de entretenimiento,
que me devuelven al cauce de los caminos extraviados. Ya eso me había costado
otra reflexión, que almacené en estas páginas, a pedido de un profesor de
literatura al cual aprecio: http://decalogosliterarios.blogspot.com/2017/06/bloqueo-de-escritor-el-famoso-terrora.html
Lo primero fue un extrañamiento morboso: navegando en lecturas desordenadas, me enteré de que la primera película pornográfica de la historia no era europea ni norteamericana, sino argentina. Se trataba de El Sartotius, o El Sátiro, un cortometraje con todos los elementos que caracterizan este género. Por supuesto, me rendí a la curiosidad y la vi en internet. Mas risible que excitante, la pongo para que se den un chapuzón:
(https://commons.wikimedia.org/wiki/File:El_Sartorio_(1907).webm https://vimeo.com/510020770
)
Lo segundo, por aquellos
días estaba recurriendo en las novelas cortas de Cesar Aira y me encontré la
historia de unos enanos argentinos que habían escapado de un circo y la trama
se diluía al final en un delirio onírico que no me lograba convencer del todo,
pero con una puesta en escena que era muy interesante.
No había terminado de ver
los dos anteriores, cuando me encontré una vieja revista tirada en un puesto
callejero, que mostraba unas fotos de una olvidada actriz de porno, con la
característica de que era enana.
La clave fue haber
logrado entender que los 3 elementos podrían tener un hilo conductivo con un
elemento en común, que en este caso se me ocurrió que podía ser la pornografía,
el porno. Y ese fue el detonante.
Ahí estaban ya reunidos los
3 elementos que, una vez juntos, hicieron explosión en mi cabeza y dieron como
resultado lo que al principio fue una catarata incontenible de frases, un
delirio un tanto inconexo y anárquico que poco a poco fue tomando forma y luego
se consolidó en una historia redonda, que tomó cuerpo definitivo como el texto
PORNO, que finalmente fue publicado.
Por supuesto las primeras
lecturas mostraban mucho ripio, algunos asuntos volantones e inconexos, es
natural, era mi primera vez utilizando ese modo interior de esculcar hacia
adentro para escribir y encontrar historias hacia afuera.
Y lo fui sintiendo
evolucionar párrafo a párrafo. Uno se pone un tema, empieza a escribir sin contención,
una escritura “catártica”, desbordada, un tanto frenética, lo que se vaya
ocurriendo y el carrito se va llenando con cosas que uno ni pensaba que tenía
en la estantería de las ideas, que ni se acordaba que alguna vez las había
acumulado en el disco duro. Pero para sorpresa, allí estaban, esperando el
momento de materializarse en el texto, esperando encontrar el espacio donde
pudieran ser útiles en función de la narración.
Y el cuento fue tomando
forma, me fue contado al mismo tiempo que lo escribía, me fue exigiendo ir
creando una suerte de ensayo basado en personajes históricos de la historia de
la pornografía en Argentina, que le fueron dando cuerpo a una especie de tesis
de grado espuria, pero llena de datos documentados verdaderos que sembraban el
camino de falsas pistas, que a su vez trataban de darle un aire académico o una
especie de rigor histórico a lo que allí se relataba. En resumen, que lo que allí
se expresaba fuera lo mas verdadero posible, que aguantara la investigación de
un buscador de datos, a sabiendas de que la anécdota era completamente
inventada sobre la marcha, para tratar de hallar un efecto literario eficiente
que encontrara su forma final en un cuento redondo, sin cojeras ni trampas, sin
cabos sueltos ni costuras muy evidentes.
Luego de las revisiones
de rigor y las reescrituras, muchas más que cuando seguía el modelo de
preconcepción de la estructura al que
estaba acostumbrado, creo que es natural, me enteré que estaba a punto de
cerrar la convocatoria para el IX PREMIO DE CUENTO FUNDACIÓN LA CUEVA de 2020,
que hoy por hoy es el mas prestigioso, concurrido y mejor recompensado de los certámenes
que premian al cuento como unidad, no como colección de relatos en el País. Se
presentaron más de 2600 participantes y no ganó, pero tuvo la fortuna de ser
elegido entre los finalistas y de salir en el libro conmemorativo que agrupa
los vencedores y los seleccionados por el jurado, usualmente internacional. Al
final me di por bien servido, porque para ser el primer intento, los resultados
no habían sido para nada despreciables.
Luego de eso, le regalé
el libro a un editor de una editorial independiente; me dijo que le había
gustado mucho y, más que eso, consideró que el texto no se debía diluir en una
colección de cuentos con distribución muy restringida. Aprovechando el cambio de sede de su empresa,
Libros para Pensar, lo publicó como volumen independiente para que le sirviera
de material promocional, expresándome que, en su concepto, tenía valor literario
por sí mismo y se merecía una vida propia como libro autónomo, por aparte de la
publicación que había hecho La Cueva, como entidad convocante.
Lo mismo hizo la Revista Cronopio
(https://revistacronopio.com/porno-emilio-alberto-restrepo/)
lo cual ha contribuido a darle una buena visibilidad al relato que nos ocupa.
A partir de entonces,
puedo decir que PORNO me abrió el camino de la “técnica introvertida” que me ha
servido para crear una variedad de cuentos que de otra forma no hubieran salido,
pues son fantasía pura, invención, tergiversaciones de la realidad, delirios
medio dementes, divertimentos, experimentos lúdicos, gamberradas, que creo que
en lo personal han mejorado mi manera de contar y han ampliado mi forma de ver
el mundo literario y encontrar diversos caminos hacia mi propia obra y hacia la
búsqueda de un camino personalizado como escritor.
Emilio
Alberto Restrepo
Nota:
Aquí, se puede leer el cuento:
https://revistacronopio.com/porno-emilio-alberto-restrepo/
Aquí, algunas críticas y reseñas sobre el cuento PORNO:
https://emiliorestrepo.blogspot.com/2022/01/porno-analisis-presentacion-y.html
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