Sunday, January 03, 2016

FANTASMAGORÍA

FANTASMAGORÍA

Ante una convocatoria para un cuento alusivo al nuevo tranvía de Medellín (Ayacucho), escribí esta historia. Pasó desapercibida.  En Pereira convocaron a un concurso nacional de cuento y  quedó de finalista entre más de 200 propuestas enviadas; esta es la página del concurso:


Fue publicada en las memorias con los ganadores y finalistas, se pueden leer aquí (página 52):

https://issuu.com/casacreativaorg/docs/cartilladigital_2015




Ahora, el suplemento GENERACIÓN del periódico EL COLOMBIANO lo comparte con sus lectores en la tradicional recopilación de cuentos que publica al final de cada año. (3 de Enero de 2016). Aquí lo reproducimos. Es un cuento corto, que busca integrar los elementos pasados y actuales del tranvía de Ayacucho mediante la creación literaria con elementos fantásticos y sobrenaturales.
Fue reproducido también por el portal Libros&Letras:

http://www.librosyletras.com/2016/02/fantasmagoria.html




FANTASMAGORÍA                                                         Emilio Alberto Restrepo
Durante muchos años evoqué las tibias vibraciones de ese tranvía que rodaba por Ayacucho, atravesaba el río y me llevaba hasta la América.

En esa época yo visitaba a mi prometida de entonces. Yo no sabía que cuando nos despedíamos y abordaba de nuevo el vagón para regresar a mi barrio, ella se dedicaba a recibir a aquel sujeto bigotudo, de traje presuntuoso y sombrero bombín que llegaba en su propio auto. Con el tiempo se convertiría en su esposo, pero no le duró mucho la dicha, porque a los pocos meses yo me encargué de  que hiciera la transición a viuda sin que apenas nadie me relacionara con los hechos. Todo pasó como un desafortunado accidente. Era una simple cuestión de reparación que me debía la engañera.

Esa ha sido mi mayor ventaja: paso desapercibido, casi nadie nota mi presencia y casi nadie me echa una segunda mirada. Todavía hoy, sigue siendo de la misma forma. Incluso se ha acentuado más con el paso del tiempo. Es apenas natural.

Por eso me era tan fácil escabullirme tras de aquellos malandros que atracaban borrachos o campesinos  en la Plaza de Cisneros o en Guayaquil y luego de despojarlos de sus sueldos o hasta de apuñalarlos, se montaban con toda la tranquilidad en el tranvía para llegar a sus casas como si nada perturbara su conciencia. Por aquellos días, yo  gastaba mi tiempo en hacer el recorrido y mirar la gente y la ciudad a través de sus ventanas y ver pasar todo tipo cosas y aburrirme de tener que quedarme callado viendo abusos, robos y maltratos sin poder hacer nada al respecto. Hasta que no me aguanté y con sigilo empecé a detectar a cada sujeto que hacía una cosa mala y entonces lo acechaba, muchas veces siguiéndolo hasta calles oscuras en las barriadas, haciéndole pagar por haber atracado a ese anciano, o a ese obrerito  o a esa salonera que había infamado su cuerpo con alientos y sudores de borrachos para llevarles  comida a su madre y hermanitos.

Durante años, a falta de otra ocupación y totalmente convencido de la bondad de mis acciones, ejercí la justicia por mis propios medios, librando a la ciudad  de muchas de esas alimañas que tanto mal le hacían a las gentes de bien, que estaban desprotegidas ante la iniquidad y el crimen. Casi nunca tuve problemas, jugaba con ventaja y al terminar la ruta llegaba a mi cuartico con la satisfacción del que hace las cosas bien hechas,  con compromiso y criterio social.

Nadie lo sabía, pero me había convertido en un héroe anónimo que defendía al ciudadano del abuso y la agresión de los rufianes. Me había quedado con nadie, así que nadie me esperaba al llegar por las noches; estaba curado en asuntos de malos amores y soledades y en el tranvía tenía todo lo que necesitaba para pasar mi tiempo y detectar aquellos que le hacían mal al prójimo, haciéndoles pagar por ello.

Tuve que parar, cuando me gané una cuchillada de un ladronzuelo de dedos ágiles más escurridizo que todos, que  terminó clavándome su daga en todo el pecho. Fui a dar con mis carnitas al Hospital de San Vicente, literalmente vi el túnel, recorrí oscuros e insondables senderos, pero al volver a mis andanzas no descansé hasta que el maldito terminó bajo las ruedas de una volqueta, empujado por un par de brazos obstinados contra su espalda en una de las curvas bruscas que daba el tranvía al cambiar de ruta, retomando el sentido del Bosque  de la Independencia hacia el centro.

Luego de eso, el nuevo orden de vida arrasó con muchos aspectos de la ciudad, entre ellos el tranvía de Ayacucho, que se había vuelto parte mi existencia. Sin él, muchas cosas no tenían sentido, todo flotaba como en medio de una nube, la gente pasaba por mi lado sin apenas verme y  me tocó conformarme con ser un sujeto pasivo contra una muchedumbre de pillos que crecía y crecía al vaivén loco de una ciudad que no hacía sino multiplicarse sin control, a un ritmo de vértigo que me hizo cruzar los brazos en una desazón  de me hería de impotencia.

Ahora escucho en todas partes que el tranvía vuelve, es una realidad que vuelve y no veo la hora de montar en él y divisar de nuevo esta  mole de ciudad que tanto se ha transformado. Yo no he cambiado para nada, lo he extrañado demasiado, no veo la hora de que arranque nuevamente, me imagino que a más velocidad y con menos vibraciones, pero tranvía es tranvía. Tiene  una magia que no sé explicar.

Ardo en deseos  de volver a montarme en él, de apoderarme de un asiento y una ventanilla  y dar vueltas y vueltas en un circuito que nunca es igual al  otro ni rutinario. Me veo discreto, callado, haciéndome el desentendido, pero sin bajar la guardia, siempre alerta y vigilante. No veo la hora de estar pendiente y ver con disimulo a los malos que siempre están rondando a los buenos para tratar de dar el zarpazo, pretendiendo pasar impunes y sin un rasguño. Después de su golpe vendrá el mío, de eso pueden estar seguros y ya no tengo nada que perder.

Extraño los buenos tiempos, los buenos momentos y sé que puedo recuperar las sensaciones de los mejores años y volver a sentir todo eso que sentía, ese regocijo, ese aturdimiento, esa pasión que me embargaba cuando hacía justicia con mis manos, incluso cuando todavía estaba vivo. Ahora con mayor razón.

Ese ha sido mi destino desde siempre: vivir para regocijarme de la venganza justiciera que me alimentaba y morir en mi ley nadando en esas pantanosas aguas de la revancha. En este instante ya no veo la hora de tener una nueva oportunidad en el tranvía de Ayacucho, ahora que mis carnes se han vuelto inmunes a los cuchillos, a los golpes, a las balas, al olvido…

LEER MAS ARTICULOS DE "MEDELLIN, ESA DESCONOCIDA" EN:

Leyendas Urbanas de Medellín:
http://emiliorestrepo.blogspot.com/2005/05/leyendas-urbanas-de-la-tradicin-oral.html

 Crónica de los Cantantes jubilados que nos visitan:
http://emiliorestrepo.blogspot.com/2005/05/medelln-el-paraso-de-los-dinosaurios.html


 Crónica de un infiltrado en la Cabalgata de Feria de Flores
http://emiliorestrepo.blogspot.com/2008/02/un-recien-llegado-la-cabalgata-de-la.html

Medellín UNDERGROUND

¡¡¡¡DESTACADO!!!!
Cuentos propios, leídos por el autor:



Comentarios:

Orlando Ramírez Casas

4 ene. (Hace 4 días.)
para Cco:


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Hola, jóvenes:

Mi hija, mi yerno, y mi nieto, que viven en Bogotá, estuvieron en Medellín para pasar la noche de navidad del 2015 con nosotros, y una de las cosas que hicimos con ellos fue montar en el nuevo tranvía. Nos pareció suntuoso, impresionante, una maravilla, motivo de orgullo, en el corto trayecto que está habilitado para la familiarización de los usuarios porque es una obra inconclusa que la inauguraron cruda o la maduraron biche y falta mucho en el cronograma por hacer. Mi mente pervertida me dice que esa premura se debió al afán del alcalde saliente, Aníbal Gaviria, de cortar cinta y tomarse la foto en vitrina antes de entregar el mandato. Quería figurar en la placa como el realizador de tal obra que se empezó a gestar en la administración anterior a la suya y se culminará en la que le sigue. A la manera de los toreros de cuadrilla que salen con sus capotes a hacerle el quite al toro mientras el matador se repone de la cornuda zarandeada, la Dra. Claudia Restrepo salió a dar declaraciones de que ella como gerente del Metro se había equivocado al inaugurar la obra “como parte de las celebraciones de los veinte años de la empresa Metro de Medellín”. Muy noble de su parte. Muy loable, muy leal, y muy solidario. No sé si ustedes le crean pero, como decían los abuelos, “a otro perro con ese hueso”. La publicitada preinauguración fue un hecho político para poder ponerlo a figurar en el libro de las cien realizaciones del alcalde saliente, y punto.

Al joven conductor de un camioncito transportador de mercancías para la última empresa donde trabajé, residente en el barrio Barichara de Itagüí, se le iluminaron los ojos cuando se dio cuenta de que yo era escritor. “Mi padre también escribe, me dijo, “él es taxista, pero está escribiendo un libro en el que cuenta la historia de mi tío y ya lo tiene casi listo. Ahora está buscando quién se lo publique. Lo miré con un poco de escepticismo, no lo niego, pero le hice la pregunta: “Y, ¿quién es tu tío?. No se amilanó al responderme: “Era, porque ya lo mataron. Mi tío tuvo una revelación divina de que él era un ángel vengador destinado a limpiar el mundo de la gente mala que lo rodeaba, y empezó a matar sicarios residentes en la vecindad de la comuna nororiental. Cuando lo mataron a él, él ya había logrado matar a más de veinte. ¡Un ángel vengador, un rambo criollo! Eso es cosa de no te lo puedo creer.

Fabio Restrepo, el taxista que terminó convertido en actor de cine y televisión por cuenta de una palomita actoral que le dio el director de cine Víctor Gaviria en las películas “La vendedora de rosas” y “Sumas y restas”, resultó ser un actor de cualidades innatas que se desempeña con credibilidad a pesar de no haber estudiado teatro ni recibido clases magistrales en la materia. A él le fluye, como decimos. Restrepo es autor del libro titulado “Verdugo de verdugos” y dijo en una entrevista que “Todo empezó por el libro Verdugo de verdugos. Yo no soy escritor, pero me entretuve escribiendo la historia de mi hermano y resultó que eso le gustó a un amigo que tuvo agallas para hablar con Víctor Gaviria, quien quiso conocer el texto y luego me propuso que hiciera el casting. Verdugo de verdugos se trata de un muchacho que se dedicó a hacer justicia por su propia mano, él primero se convirtió en la autoridad del barrio, y después en la autoridad de muchos barrios, y yo empecé a escribir porque yo vivía con él, sabía las cosas que él hacía y me parecía admirable su forma de ser porque la gente se identificaba con él. Yo cuento en el libro todo con pelos y señales, con nombres propios, porque entre otras cosas yo no sabía que eso lo iban a publicar…”.

He recordado este episodio por cuenta del médico Emilio Alberto Restrepo Baena que escribió un cuento inspirado en el nuevo tranvía de Ayacucho. Se titula “Fantasmagoría” y, coincidencialmente, se trata de… mejor lo leen ustedes en su blog.

NAPA
Aquí les comparto el cuento, leído para el canalTeledonmatias Tu Propia Imagen, de tema fantástico con aires de género negro, finalista en el concurso de cuento de Pereira y publicado por el periódico El Colombiano el 3 de enero de 2016.