Thursday, June 11, 2020

EL PUTO VIRUS: Cuento Ganador Concurso de Microrrelatos Letras en el Confinamiento CASA DE LA CULTURA SANTA ELENA

Cuento Ganador
Concurso de Microrrelatos
Letras en el Confinamiento


                      

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Felicitamos a los ganadores del concurso de Microrrelatos "Letras en el confinamiento"  y dentro de nuestro reconocimiento, compartimos con ustedes su textos para ser leídos y disfrutados, y también agradecemos a todos los participantes, con la firme intención de divulgar además muchos de los excelentes textos e historias creados e imaginados por ustedes.
Emilio Alberto Restrepo
Categoría Adultos
http://emiliorestrepo.blogspot.com/
@emilioarestrepo
EL PUTO VIRUS
Cuando nos confinaron por la pandemia, nunca imaginé que la vida, como yo la conocía, cambiaría de manera tan radical.

Comprendí que desconocía a esa dama que roncaba a mi lado durante décadas, que nunca me preocupé de cómo pensaba, qué le gustaba, en qué invertía el tiempo libre, ni sospechaba que se fumaba cinco cigarrillos diarios, mientras degustaba unas copas de vino, algo que también ignoraba; cuando yo llegaba en la noche su aliento no tenía rastros de aromas que pudieran delatarla.

Ni sabía que mi hija salía con un hombre casado, que se veían durante el día y en las noches y fines de semana se dedicaba a extrañarlo, no podían compartir, pues todo su tiempo lo dedicaba a su “familia-oficial”. También ignoraba que, por eso, ella estaba recibiendo tratamiento para la depresión. Ni que mi hijo ya había dejado 2 veces la mariguana y había recaído, teniendo incluso un cultivo hidropónico en casa.

Con sorpresa descubrí que yo era un extraño que compartía unas horas en el recinto cerrado de ellos, que me había limitado a ser un proveedor, que les molestaba cuando yo hacía una pregunta de más o cuestionaba algo que ellos pensaban que no tenía ningún derecho; era como si violentara un recinto privado, como si vulnerara espacios sagrados que tenían demarcados y de los cuales yo solo tenía una membresía de unas cuantas horas al día.

Entonces lo comprendí: mi rol me daba derechos restringidos y tendría que asumir mis limitaciones.

Nunca pude recuperar un territorio que-ya-no-era-el-mío y sobre el cual no tenía potestad, ni siquiera un lenguaje común y al final, creo, siento, ni medio afecto.

Cuando todo terminó, hice lo que tenía que hacer y comencé mi vida en solitario. Tuve que marcharme.

El puto virus nos había transformado a todos.
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