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ENTREVISTA PUBLICADA EN EL PERIODICO EL COLOMBIANO, A PROPÓSITO DE LA PUBLICACION DEL LIBRO "EL PABELLON DE LA MANDRAGORA", GANADOR DE LA BECA DE LITERATURA -NOVELA-2005, DEL MUNICIPIO DE MEDELLIN. |
Por John Saldarriaga Medellín Quien conoce a Emilio Restrepo, autor de El Pabellón de la Mandrágora, sospecha que debe haber recibido noticia de que el mundo se terminará en minutos. Porque su modo de ser es como el de una tormenta controlada. Vive con apremio. Así escribe, así ejerce su profesión de médico ginecólogo y así habla de su última novela, ganadora de la tercera convocatoria para Proyectos Culturales de Medellín, 2005. En su alma de escritor lo atormentan las historias, insólitas muchas de ellas, de las que es testigo o escucha, en su frío consultorio de hospital, o en el aséptico quirófano. ¿Cómo dejarlas pasar de largo? Cuenta, por ejemplo, que en el hospital de Envigado, donde trabaja, un anciano murió en el quirófano cuando era intervenido por alguna dolencia. Le avisaron a su esposa, que esperaba solitaria en la sala. Ella tomó la noticia con aparente calma, pero murió en breve. Varios de los empleados del centro asistencial veían en las noches a esa mujer que se perdía por los corredores desiertos, dirigiéndose hacia la lavandería que a esa hora estaba cerrada. La escena se repitió varias veces, hasta que la locación fue reformada en su estructura y la mujer dejó de aparecerse. Esa historia y muchas más hacen parte de El Pabellón de la Mandrágora, unidas con varios recursos: la existencia de un único personaje narrador, en primera persona del singular; y la conexión, al final del texto, de las historias que parecían sueltas e independientes, como cuentos. Precisamente, alguna de las antiguas definiciones de novela es que ella es un conjunto de cuentos. El personaje narrador es una auxiliar de enfermería inteligente y observadora. Ella es personaje principal en unas historias, secundario en otras. Comienza describiendo el complejo mundo del hospital, que no puede aburrir de cuántas cosas suceden casi sin tregua. Lo menos que sucede es la facilidad con que se pasa de un olor a otro -todos químicos, unos agradables otros intolerables-, de una escena amable a una trágica y la permanente tensión en el ambiente, en que las sorpresas no sorprenden. "Si uno torna la cara para un lado, observa el rito sublime y tierno con que una familia acoge a un recién nacido y al otro, los gritos desgarradores de una madre que perdió a su hijo en un hecho de violencia o por una enfermedad inesperada. Casi nada es rutina, todo es impredecible, uno no sabe qué puede ocurrir en los próximos minuto; cuándo vendrá el accidente masivo, la explosión con varias víctimas, el atentado, la masacre, el muerto de repente que deja la familia entre atónita y compungida". Y así, con esta introducción, seguida por historias cortas como las que ya adelantó el autor, la auxiliar de enfermería prepara al lector para lo que vendrá.
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