Thursday, November 29, 2018

COLEGA, CUIDADO CON LOS SAPOS


COLEGA, CUIDADO CON LOS SAPOS



Desde tiempos inmemoriales, como el dinosaurio de Monterroso, el sapo siempre ha estado allí. Y no necesariamente al despertar: desde todo momento, al dormir, al irse, al regresar. Nunca se han movido de su hábitat natural,  la babosa humedad de su charca. Porque uno de sus atributos es la omnipresencia. Cuente con él, como con las brujas, los fantasmas y los recuerdos. El sapo siempre va a estar ahí, atento, sus ojos enormes y fijos, silencioso, con la lengua rápida y la piel fría, dispuesto a tirar leche, presto a saltar, a mimetizarse con el paisaje, a confundirse con el entorno.
El Sapo es imprescindible y no puede faltar en ninguna reunión humana de más de tres personas. No se aguanta las ganas, (ya que en él es una necesidad biológica y existencial) de contar, de llevar y traer, de aventar, de delatar; y no lo hace por llamar la atención, pues su estilo es rastrero, hipócrita y servil. Por el contrario, pretende pasar desapercibido, diluirse en las situaciones, hacer que nadie lo note.
Por eso, hace lo posible por no ser descubierto y actuar de manera soterrada, porque sabe que hace daño, tiene conciencia de que no está haciendo lo correcto, pero es algo más fuerte que él y lo sigue realizando, y lo volverá a hacer una y otra vez, pues está en su esencia, es su naturaleza y se mira al espejo y sabe que no puede hacer otra cosa distinta, pues es su gran lastre y está sentenciado: es un sapo. No puede ser otra cosa. Y ya tampoco quiere cambiar.
Y lo grave es que lo disfruta y se regocija de ello. La delación, o la difamación de la honra del prójimo es su pequeño triunfo del día a día. Y traga saliva e hincha el cuello y redobla el vientre, en un agobio de felicidad cuando el dardo llega a su destino. En silencio se goza su victoria mientras, atento, planea la siguiente acometida. Y no gasta afán, sabe esperar, la paciencia es su virtud.
Y no crea, colega, que es algo que se depura con la formación y el ingreso. No sea tan ingenuo: Se da en todos los estratos y en todos los oficios.
Se reconoce desde pequeñín, pues muy temprano en la vida define su vocación, ya que es algo que le surge de lo más profundo de su entraña y tiñe de convicción todas y cada una de sus células y no se cuestiona por ello, al estar convencido de que hace lo correcto y es su forma habitual, aunque oculta, de interacción con sus semejantes. Además, desde su más tierna infancia en los colegios y grupos juveniles es estimulado por curas, tías y maestros.
En los trabajos, es la mano derecha de jefecitos de media petaca y de los mandos medios, sobre todo de los menos dotados. Es el que trae y lleva, el que denuncia a los pocos segundos de presentado un hecho, con riqueza de detalles y haciendo su propio énfasis sobre lo acaecido. Que quede clara la falta del otro, que se note la intención de sus palabras, que se arrepienta de su emprendimiento, de su iniciativa, de su liderazgo. Porque al sapo le duele el avance del otro, la superación del otro, los valores y talentos del otro, de los cuales, casi siempre, él carece.
Desde que aparecieron los celulares inteligentes, es el más rápido con la foto, con la grabación, con la evidencia. Es experto en posar con disimulo para selfis que tienen como fondo a la víctima de su delación. Es de una velocidad inverosímil para registrar la posición prohibida del amigo, el sueño inoportuno del compañero, la rascada indecorosa, el gesto reprochable, el comentario crítico del inconforme. No puede ver un teléfono porque le da un temblor y lo acomete un sudor frío. Nadie tan raudo como él para marcar un número, para enviar un mensaje, para hacer que el coordinador se entere de algo que se supone no debería hacerlo.
Con reserva, es el primero en manifestarse en el cumpleaños del jefe, en traer regalitos discretos de sus paseos, en dejar la torta, en poner las serpentinas. Aunque esté a punto de reventarse por dentro, aguanta con una sonrisa de estoicismo los regaños y las reconvenciones con una agradecida bajada de cabeza.
Y no luche, colega, que no lo va a desterrar. Por uno que se descubra, otros cuatro se ocultan. Por uno que se ponga en evidencia y se gane la justa animadversión de personas trabajadoras y buenas que hacen su trabajo con compromiso y coherencia, otros cuatro se aprestan a reemplazarlo, serviles, dúctiles, acomodados, dispuestos a enclavarle la puñalada trapera al que les dé la oportunidad. Porque es su identidad, es su naturaleza, así son y no van a cambiar. Además, cierto tipo de jefes los estimulan y los alientan a seguir siendo sapos y ello les hace feliz, se lo gozan y es la mejor forma de dar rienda suelta a su pequeñez y a su mezquindad, pues no pueden ser de otra forma. Está en su código genético y en su necesidad de obtener satisfacciones y prebendas.
Colega, aprenda a convivir con los sapos, pero en lo posible, no se deje hacer daño de ellos. Si toca, tómese la foto con ellos, deles la palmadita en la espalda, no les niegue una sonrisa, entienda que tienen muchas carencias y son seres faltos de afecto y seguridad personal, pero no por ello   baje la guardia. Trate de ser discreto y cuidadoso y no dejarse lesionar por sus acciones; cree mecanismos para que sus palabras no lo traicionen y que nada de lo que diga o haga pueda ser utilizado en su contra, pero no pretenda erradicarlos, colega. Es una lucha perdida desde el inicio. No sea iluso. Y en los ratos libres, dedíqueles una reflexión, un pensamiento crítico o un artículo de opinión. Tenga la seguridad de que lo avientan porque lo avientan, pero no se van a dar por aludidos.
Colega, cuidado con los sapos...y, sobre todo, ¡¡¡no sea sapo!!!


ÑAPA:

Una buena tanda de cuentos leídos por el autor para Teledonmatías https://emiliorestrepo.blogspot.com/2015/06/cuentos-



Más artículos de la colección CONSEJOS A UN JOVEN COLEGA https://www.youtube.com/playlist?list=PLm-lfL5KTbVOjHC0N-0MJveoeRRfLY4EP


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