¿Cuál es tu cuento con el fútbol? Escribir y vivir fútbol
CONCURSANTES, 2022
Marcelo Galliano - — Yardley Elena Saldarriaga Orozco — Óscar Giovanni Giraldo Salazar — Alejandro Osorio Herrera — Ana Escobar Velásquez— Geraldine Hurtado Restrepo — Evelyn Sajonero Velásquez — Juan José Jiménez Fernández — Salomé Urrego Hernández — Emilio Alberto Restrepo Baena — Sebastián Salazar Cano —Ricardo Alfredo Torres Correa
Mención de honor y de publicación
Emilio Alberto Restrepo
Baena
AY, PAOLA
¡Jamás volveré a conseguirme un novio futbolista!
Fue la única opción que tuve, pues mi padre
trabajaba como masajista y auxiliar
del Atlético y todas las tardes, al salir del
colegio, nos llevaba a los entrenamientos del equipo. Estábamos rodeados de gente del fútbol, el barrio
no significaba nada para nosotras, la
familia fue reemplazada por el personal corporativo; el ambiente, todo, giraba en torno al balompié. Los fines de semana
viajábamos con la comitiva, pues no teníamos
con quién quedarnos. Nos convertimos en parte del paisaje.
Mi madre nos había abandonado, se había fugado con
un jugador. Mi papá quería fingir
que nada había pasado, que todo era normal, que la vida era así, que esas cosas
pasaban como si fuera lo más corriente
crecer y rodar sin mamá, en poder de un padre muy ocupado, roto por dentro y blindado hacia afuera; éramos unas niñas sin dirección, rodeadas de hombres
rudos, sudorosos, preocupados por sus propios asuntos, poseídos
por la ambición y las hormonas.
Primero me enamoré del arquero, que más rápido que
tarde fue comprado por el equipo de otra ciudad y
se esfumó de mi vida de un domingo para otro.
Luego me deslumbró el centrodelantero, pero descubrí
que anotaba goles con la misma
facilidad con que confortaba a sus admiradoras cuando
yo apenas volteaba
la espalda.
El capitán resultó un indefinido que en las giras se
besaba con el comunicador de la Liga.
Lo supe por terceros y tuve que escupir de
la rabia cuando el propio
conductor del autobús me mostró las fotos con la evidencia.
El defensa central era un bello tonto que no sabía
qué decirme cuando estábamos solos y
se le acababan los argumentos de sus caricias un tanto torpes.
Y así ocurrió con el diez, con otros dos delanteros y con un suplente que se mantenía
irritado por la amargura de estar calentando siempre la banca.
Durante varios años compartí todos esos labios, esos
brazos fuertes y bruscos, sus olores
agrestes, su volatilidad, las lociones penetrantes, sus egos derretidos por la promesa
de un futuro lleno de brillo que no siempre
estaba a la vuelta de la esquina.
Solo accedí al sosiego de una ilusión que me
aterrizó con mis propias
expectativas, cuando conocí a Paola, la psicóloga del equipo. Fue mi apoyo cuando me encontraba doblegada por la sucesión de derrotas que me hicieron
sentir usada, desplazada, muchas
veces sucia. Me hablaba con una reposada sabiduría, con dulzura; me fue llevando de la mano a un entendimiento que se transmutó
en gratitud, luego en admiración, más tarde en afecto y finalmente en amor.
Paola se fue convirtiendo en mi eje vital. Me permitió encontrar
la ternura y, sobre todo, a mí misma.
Ella es parte del equipo
y, ahora, de mi proyecto
de vida.
Mi padre nos mira en silencio con un asombro
que se le confunde entre la norma y el afecto, pero sabe que
ni puede, ni tiene nada qué opinar.
Mention of honor and publication
Emilio Alberto Restrepo
Baena
Oh, Paola
Iwill
never get myself
a footballer boyfriend again!
It was the only option I had, because my father
worked as a masseur and assistant for
Atlético and every afternoon, after school,
he would take us to the team training sessions.
We were surrounded by people of football, the neighborhood meant nothing to us, family was replaced by
corporate staff; the atmosphere, everything, revolved around football. On weekends we traveled with the entourage, because
we had no one to stay with. We became part of the landscape.
My mother had abandoned us, she had eloped with a
player. My dad wanted to pretend that nothing had happened, that everything was normal, that life was like that,
that these things
happened as
if growing up and rolling without mom were the most common thing; we were in the power of a very busy father, broken
inside and armored towards
the outside. We were directionless girls, surrounded
by tough, sweaty men minding their own business, possessed by ambition
and hormones.
First I fell in love with the goalkeeper, who sooner
than later was bought by a team from
another city and disappeared from
my life from one Sunday
to the next.
Then I was dazzled by the centre-forward, but I soon
discovered that he scored goals with
the same ease with which he comforted his admirers
when I barely turned my back.
The captain turned out to be an indefinite person
who kissed the League’s
communicator on tour. I found out about it from third parties and I had to spit out of rage when the bus driver
himself showed me the photos with the evidence.
The central defender was a beautiful fool who didn’t
know what to say to me when we were
alone and he ran out of arguments from his somewhat
clumsy caresses.
And so it happened with the team’s number ten, with
two other forwards and with a substitute who was constantly irritated by the bitterness of always warming
up the bench.
For several years I shared all those lips, those
strong and brusque arms, their wild smells,
their volatility, the penetrating lotions,
their egos melted by the
promise of a bright future that wasn’t always
just around the corner.
I only agreed
to the calm of an illusion that landed me with my own expectations, when I met Paola, the
team’s psychologist. She was my
support when I found myself bowed down by the succession of defeats that made me feel used,
displaced, often dirty. She would speak
to me with calm wisdom, with sweetness; she led me by the hand to an understanding that transmuted
into gratitude, then admiration, later affection, and finally love.
Paola gradually became my vital axis. She allowed me
to find tenderness and, above all, myself.
She is part of the team and of my life project
now.
My father looks at us in silence
with an astonishment that confuses him between
norm and affection, but he knows that he cannot, nor has anything
to say.
En este aparte se pues escuchar el cuento, leído por el autor el programa argentino ¡CULTURA Y ENTRETENIMIENTO! dirigido por el periodista Marco Vela
https://go.ivoox.com/rf/100686809
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