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Saturday, May 16, 2020

MEMORIAS DE UN LECTOR DESORDENADO

MEMORIAS DE UN LECTOR DESORDENADO                Emilio Alberto Restrepo

Publicado originalmente en: Ficción, la revista # 8 diseñada y dirigida por el maestro Saul Alvarez Lara, que incluye textos de Emperatriz Muñoz Pérez Memo Anjel Reinaldo Spitaletta  Emilio Alberto Restrepo William Rouge Olga Isabel Restrepo Baena Julian Estrada Ochoa Claudia Restrepo Ruiz Luís Calderón Angela Maria Gaviria Rico @Mauricio Torres Paredes @Maria Cecilia Cadavid Moreno Paula Andrea Gaviria @Paola Rego Rahal @Sofia del Carmen Rodriguez
Está dedicada al concepto de "LEER"







En un coloquio con unos estudiantes de archivística y bibliotecología de la Universidad de Antioquia, la profesora quería que hiciera énfasis en mi faceta de lector y de cómo esa actividad había influenciado mi formación como profesional, escritor y ciudadano. Más que una conferencia magistral, se pretendía tener una conversación que explorara la verdadera significancia de la experiencia lectora en mi estructuración. Para ello, primero recopilaron unas preguntas y respuestas, tomadas de mi blog:


Al final, sacaron un documento de relatoría, resumiendo los conceptos expresados. Los reproduzco textualmente, porque son fieles a mi pensamiento y hacen justicia a lo que he cavilado por años sobre la importancia de la lectura.

- ¿Usted se descubrió primero médico o escritor?
-Al principio, siempre estuvo el Verbo.  Primero fui lector, luego médico y ya ejerciendo, empecé a publicar.

- ¿Es su infancia fue un gran lector?
-Desde siempre. Mis padres nos inculcaron a mis hermanos y a mí un gran afán por leer, por el cine y por la tradición oral que hasta ahora conservamos.
                       






Con mi madre Gilma y mi hermano Oscar, desde muy temprano en la vida leyendo, estimulando la lectura, sin importarle su cansancio, sus quehaceres, su trabajo. Un gran estímulo que marcó para siempre el talante lector de sus 3 hijos.




Desde pequeño me encantaban los escritores y me encantaba encontrarme con las historias, a través del comic, de las colecciones de novelas condensadas de Ariel juvenil o de Colcultura, de los cientos de películas vistas en un teatro de barrio sin censura y sin método, a través de la poderosa tradición oral de un barrio y una familia de clase media que hacía culto a la palabra. En fin, el poder de contar una narración que generara interés en alguien, en este caso un contertulio o un lector. Mientras tanto, leía y leía y veía todo el cine que podía.

- ¿Cuáles fueron sus primeras lecturas sobre ese mundo de detectives?
¿La primera Novela Negra que recuerda?
Ingresé al género por los referentes obligados, los clásicos, ya que con ellos se va a la fija: los casos de Sherlock Holmes, muchas novelas baratas de Agatha Cristhie y ediciones populares de Simenon. No las entendía como “Negras”, sino simplemente de “detectives”, incluidas muchas de bolsillo, puro “pulp” de cinco centavos como Silver Kane o Lou Carrigan, y las novelas gráficas de Rip Kirby y el Agente Secreto X-9. Lo primero realmente negro que leí, fue un cuento que encontré en una revista argentina, escrito por Dashiell Hammet llamado “Un hombre llamado Spade”. Luego en la Biblioteca Básica Salvat leí la “La maldición de los Dain”, del mismo autor. Ahí en realidad perdí la inocencia. Por otro lado, en el teatro “El Subterráneo”, que fue de culto en la ciudad, vi varias películas cuando era adolescente: “El Halcón Maltés”, Marlowe (con James Garner), “La dama de Shangai”, entre otras y ciclos de cine del mismo tema. Era ya claro, eran las historias que me gustaban y que desde entonces me estaban marcando.

Otras influencias fuertes fueron unas historietas con las aventuras de un periodista que hacía investigaciones y recorría el mundo, “Tintín”.  Axterix el galo…todo un goce. Y Mortadelo y Filemón y El Kalifa y Kaliman y Turoc. En fin, los comics en general, lo que en España recibe el raro nombre de Tebeos. Pura “comida-chatarra”, encantadora y deliciosa, pero de una discutible factura y dudoso buen gusto, pero inolvidables; me inocularon el virus de la lectura.

Después llegaron los maestros, creadores de personajes inolvidables, como Dashiell Hammet, Raymond Chandler (que nos pegaron indeleblemente la imagen del detective rudo, irónico y conflictivo  encarnado por Humphrey Bogart) y Patricia Higsmith o James Cain. Luego fui conociendo a Vásquez Montalván, a Francisco González Ledesma, a Paco Ignacio Taibo, a Roberto Ampuero, a  Ricardo Pligia, a Luis López Nieves. En la galería de los grandes están también John Katzenbach, David Baldacci y Petros Markaris. Últimamente, las de Don Wislow.

- ¿Cómo ha sido su vida con los libros? ¿En su casa siempre hubo libros por todos lados?
En mi casa desde siempre hubo libros. Crecimos en medio de las ediciones baratas ya citadas de  Colcultura y Ariel Juvenil, de las revistas de Walt Disney y comics de todo tipo que intercambiábamos con los amigos. Hoy me sorprendo de la estructuración literaria de esas aventuras. Se las tomaban realmente en serio. Nos pueden enseñar mucho acerca de cómo se cuenta una historia, además de ser muy entretenidas, con personajes muy estructurados e historias muchas de ellas épicas, no necesariamente cómicas. Luego mis padres se suscribieron al Círculo de Lectores: dos libros por mes, una bacanal de letras. La condición era que efectivamente nos los leyéramos, no había dinero para derrochar. Hubo una lucha que mis papás perdieron, la de las “buenas costumbres”: evitar que comiéramos leyendo, entrar al baño leyendo, leer hasta tarde en la noche, libros en los paseos o en el carro en movimiento. Pero lo que pretendían lo lograron y nos formaron como lectores. Recuerde: años 60´s-70´s, sin televisión, sin videos ni internet, sólo amigos, calle, juego y lectura. ¡Ah!, y la maravillosa influencia de un teatro de barrio y la tradición oral de la esquina, de la cuadra (con los marihuaneros, los mejores y más delirantes conversadores, portento de mentirosos creativos), además de las historias alrededor de tíos mayores, abuelos y primos. Después la lectura ya era un hábito, hacía parte de lo normal de la vida cotidiana. Un complemento perfecto con el cine para una búsqueda única: las historias. Luego la medicina y lo mismo: leer y leer, de manera constante y necesaria, por exigencia de la carrera.

Resumo: primero, lector voraz y desordenado, sin más método que la compulsión sin filtro alguno. Luego, temático, por géneros y autores. Años después, al tratar de escribir, descubrí el valor de esas lecturas en mi bagaje, en mi caja de herramientas.

- ¿Siempre su vida ha estado cercada con libros, protagonistas, alegrías bibliográficas?
- Siempre he tenido libros al lado mío. Lo primero que exploro en una casa o en un colegio es la biblioteca. He tenido siempre el vicio solitario de esculcar las librerías de viejo, las ventas de garaje, los rebuscadores callejeros del centro. Nunca he perdido la ida y la escarbada. La última reforma de mi casa fue para reacomodar libros y discos, incluyendo los acetatos. En esa transición, ingresé sin conflicto a los lectores-electrónicos y ahora a las tabletas. Con este sistema, he conseguido todos los libros que he querido, los que había anhelado, incluso los que eran referentes y nunca podía conseguir en físico, por ejemplo: Los mejores cuentos policiales, recopilados por Borges y Bioy Casares y la colección del Padre Brown y así una interminable lista. Es un verdadero regocijo.

-¿Primero nació el médico y luego el escritor?
Primero el niño lector, luego el jovencito apasionado por los cómics y el cine de aventuras en un teatro de barrio, influenciado por los westerns, las películas de chinos, detectives y luchadores mexicanos. No sé cómo sobreviví a tanto bodrio, pero me entró una fiebre por las historias, oírlas y contarlas, que nunca se me ha quitado.

-¿Se ha visto influenciado por algún estilo literario?
Evidentemente nuestra generación tiene toda la carga del boom latinoamericano con cierta rebeldía contra el realismo mágico, que no le queda bien hecho sino a García Márquez. Tenemos encima muchas lecturas de él y de Bennedetti, Vargas Llosa, Cortazar, Borges, Cabrera Infante, etc. También admiro a los humoristas y a los cronistas, Vargas Tejada, Salom Becerra, Samper Pizano, Klim, Castillo Gómez, JJ Hoyos, Adriana Mejía, Aricapa, ETC.

Me defino como un lector de lo clásico y los últimos años he hecho énfasis en la novela policíaca que explora la influencia de la ciudad en el individuo. A los lectores principiantes les recomiendo empezar con los textos viejos de Daniel Samper Pizano, como DEJEMONOS DE VAINAS o LLEVATE ESOS PAYASOS, que son de esos en los que “carcajada tras carcajada se va cogiendo el hábito de la lectura”. También clásicos como EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL COLERA, de Gabo o PANTALEON Y LAS VISITADORAS, de Vargas Llosa, con los que “siempre se va a la fija”. Claro que también están los casos de Sherlock Holmes, que son encantadores y adictivos, porque siempre se adelantan al ingenio del lector. Para mí, leer es “abrir la mente, es una forma responsable, encantadora e ilimitada de acceder al conocimiento”, “para la tristeza, para la alegría, para la soledad, incluso cuando los malos amigos o los amores ingratos se van, siempre habrá un libro”



Coda: un cuento del autor publicado también en Ficción, la revista:

"CACA DE PERRO"

https://emiliorestrepo.blogspot.com/2020/04/cuento-caca-de-perro-publicado-en.html




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