Joaquín Tornado, un cínico que investiga el crimen en Medellín
En la novela policiaca anglosajona, el crimen se resuelve. En la latinoamericana, el asesino no paga. ¿Cómo opera Tornado, el detective creado por Emilio Restrepo?
En Medellín
se viene organizando desde 2010 el Congreso Internacional de Novela Negra para
investigar la situación del crimen en la sociedad contemporánea y en nuestro
país. Su director es el profesor Gustavo Forero Quintero y la sede es la
Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia. Este proyecto de
Medellín Negro nació de la investigación del profesor Forero sobre la anomia en
la novela de crímenes en nuestro contexto. En nuestro medio el crimen ha sido
más fuerte que el Estado y que la sociedad.
Una síntesis
de la teoría del profesor Gustavo Forero sería: En Colombia tenemos normas,
Constitución, códigos, leyes y la gente sabe que existen, pero no se les hace
el menor caso. La norma no se aplica. En la novela policiaca anglosajona, el
crimen se resuelve: se descubre al asesino, lo meten a la cárcel y la justicia
triunfa sobre los malos. En la novela latinoamericana también se resuelve el
crimen, la diferencia está en que el asesino no paga sus culpas. No hay cárcel,
no hay castigo, la justicia no funciona. Podría ser esto un reflejo de lo que
pasa en nuestras sociedades.
Esa
contundencia del crimen en nuestro medio llevó a que se dudara de la
posibilidad de que acá pudiera surgir una novela policiaca o una saga de
detectives como han existido en otros contextos. Muchas ciudades del mundo se
hicieron célebres por el nombre de sus detectives reales o ficticios. Londres
contó con la presencia de Sherlock Holmes y Hércules Poirot; París albergó a
Augusto Dupin y al Comisario Maigret; Barcelona fue la sede principal de Pepe
Carvallo, inventado por Manuel Vásquez Montalbán; La Habana es la ciudad donde
Mario Conde investiga los crímenes que le narra Leonardo Padura y Río de
Janeiro fue la sede de ese polémico policía Mandrake, creado por Rubem Fonseca.
No podemos olvidar tampoco los policías de nuestra infancia, Mannix y el
teniente Columbo, que como Philip Marlowe operaban en los Ángeles, Kojac en
Nueva York o el teniente Mike Stone y el agente Steve Keller en las calles de
San Francisco.
Pero contra
las apuestas y los pronósticos de los teóricos de la literatura y la sociedad,
Medellín tiene ya una saga de investigadores policiales. La editorial de la
Universidad Pontificia Bolivariana viene publicando desde 2012 la serie
Policías y bandidos que han inspirado la creación de estos particulares
personajes. Verónica Villa creó a la detective Marina Grisales; John
Saldarriaga se inventó al fiscal Oscar Rosado; José Guillermo “memo” Ánjel le
dio vida a Rambert, que no opera en Medellín sino en Barcelona; Aurelio es el
detective de Luis Fernando Macías y Emilio Restrepo creó al detective Joaquín
Tornado.
Emilio
Restrepo Baena es médico, especializado en Ginecoobstetricia, cultiva diversos
géneros literarios como el cuento, la poesía, el ensayo, y pertenece a ese
grupo de profesionales de la salud que se han interesado en Antioquia por el
arte y la literatura. Manuel Uribe Ángel, geógrafo e historiador; Jorge Franco,
que creará un personaje emblemático con Hildebrando ha dejado de beber; Héctor
Abad Gómez, columnista y escritor de textos sobre salud pública; Mario
Melguizo, novelista, biógrafo, historiador, y Gilberto Martínez, uno de
nuestros más célebres dramaturgos.
El personaje
creado por Restrepo es un hombre solitario, aficionado al bajo mundo, nacido y
crecido en un barrio popular, en medio de maleantes y de la aguda astucia de
las males artes, cínico, sarcástico, al borde del infarto, siempre saliendo de
un guayabo eterno, con alcances de dinero, obsesionado con las chicas prepago voluptuosas
que le ofrecen sus servicio; cuando los turistas extranjeros dejan el cupo
libre, en esta ciudad que conoce al dedillo y donde todo puede pasar.
Ciudad de
estafadores, falsificadores de moneda, de ropa de marca, la ciudad que más
gasta en perfumes, falsificadores de lotería, documentos, capital de la
piratería de libros, películas, discos, programas de computador, drogas legales
e ilegales, contrabandistas, brujos ligadores de amantes y maridos remilgados,
monumentos a la virgen de los sicarios, sicarios, jíbaros, lavaperros, narcos,
oficinas , oficinas de cobro, casinos, burdeles, proxenetas, tratantes de
blancas, tramitadores de todo, embaucadores, corruptos, ladrones de cuello
blanco, clérigos enfriadores de dineros calientes, practicantes de abortos
clandestinos, traidores, mendigos, paracos, extorsionistas, saltimbanquis,
mecenas, misántropos, filántropos, capital mundial de la silicona, futuro valle
del software, la ciudad más innovadora del mundo, meca del cine de autor, tumba
de Rosario Tijeras, cuyo autor dijera “que esta ciudad es como esas matronas de
antaño, llena de hijos, rezandera, piadosa y posesiva, pero también es madre
seductora, puta, exuberante y fulgurosa. El que se va vuelve, el que reniega se
retracta, el que la insulta se disculpa y el que la agradece las paga. Algo muy
extraño nos sucede con ella porque a pesar del miedo que nos mete, de las ganas
de largarnos que todos alguna vez hemos tenido, a pesar de haberla matado
muchas veces, Medellín siempre termina ganando”.
La apuesta
de Emilio Restrepo es dar cuenta de otra Medellín, diversa, compleja,
misteriosa, desconocida, azarosa, y así lo ha mostrado en las siete novelas
policiacas publicadas hasta ahora, donde el personaje es Joaquín Tornado: El
asunto miccional y otros casos de Joaquín Tornado; Nos vemos en el infierno,
mon amour; El abrazo de la viuda Negra; Después de Isabel, el infierno;
¿Alguien ha visto el entierro de un chino? Joaquín Tornado, detective; y el más
reciente El expediente Monaguillo. Con el conocimiento que le permite su
práctica médica, Restrepo nos describe de manera descarnada, precisa,
detallada, las circunstancias de los crímenes, el abuso, las trampas, los
recursos de los victimarios, pero también con conocimiento y sensibilidad se
adentra en el alma, las coartadas, las razones y sentimientos humanos para
convertirse en delincuentes, transgresores o vengadores.
Ciertamente,
Joaquín Tornado no tiene el abolengo de Dupin, Holmes o Guillermo de
Baskerville, pertenecientes a ilustres familias, poseedores de una excepcional
capacidad de raciocinio, competencias lógicas y filosóficas; Tornado no es como
Holmes, el inventor de una nueva forma de pensamiento, la abducción; no es como
Brown que quiere la conversión del asesino, o como Poirot y Maigret que
comprenden la psicología del delincuente y buscan su curación. El método de
Tornado es la supervivencia, su filosofía proviene de la alcantarilla, es
detective no por su talento excepcional sino porque no hay más. Mientras tanto.
Joaquín Tornado no tiene el garbo de un Carvalho ni su capacidad enológica,
tampoco un círculo social protector que lo alimenta y aconseja como a Mario
Conde; se acerca a la suciedad de Mandrake en el conocimiento de la calle, pero
este es un profesional, un abogado, un gourmet.
Muy lejos
está Tornado de un Philiph Marlowe que protagonizara el divo Humphrey Bogart.
Tornado es un chirrete, casi no lo pulen un día que lo querían volver un agente
encubierto. Tornado es un moscorrofio, su mayor virtud es el anonimato, pasar
desapercibido. Tornado por principio trabaja solo, pero ha ido incorporando dos
colaboradores, la Gorda Caro, que presume de su belleza y talento y Capetillo,
el costeñífero, hacker y soplón. No obstante, Tornado conoce a medio Medellín,
de todos los mundos y de todos los estratos. Se lo puede encontrar cerca a ese
inhóspito lugar del poder público en Medellín que es el centro administrativo
La Alpujarra, a veces en compañía de su viejo amigo el fiscal Agustín Restrepo,
hombre de malas pulgas que parece a toda hora con ataque de hemorroides
salpicadas de jalapeño en supositorios de crema de tabasco. Sin embargo, es su
confidente y su polo a tierra.
Ya son muchos los que confían en la capacidad investigativa de Joaquín Tornado, esperemos que de nuevo la literatura le pueda dar un ejemplo a la realidad y que al menos en esta podamos aspirar a que los delincuentes, corruptos y criminales puedan tener una parte de su merecido. O al menos que las víctimas puedan lograr algo de justicia, así esta no se obtenga por la intervención de los estrados judiciales sino por la astucia detectivesca del olfato de cloaca que acompaña a Joaquín Tornado.
Tomado de: https://www.las2orillas.co/joaquin-tornado-un-cinico-que-investiga-el-crimen-en-medellin/