Monday, December 17, 2018

Presentación Marina y un caso en el aire y Nos vemos en el infierno mon amour

Presentación Marina y un caso en el aire y Nos vemos en el infierno mon amour
Noviembre 29 2018

Presentación de las nuevas novelas de la colección Policías y Bandidos de la Editorial UPB. Nos vemos en el infierno mon amour de Emilio Restrepo y Marina y un caso en el aire de Verónica Villa Agudelo. Moderadora, Nataly Osorio Hincapié. Casa Museo Otraparte, jueves 29 de noviembre de 2018



https://soundcloud.com/marina-grisales/presentacion-marina-y-un-caso-en-el-aire-y-nos-vemos-en-el-infierno-mon-amour

Thursday, December 06, 2018

SER MÉDICO EN COLOMBIA:¡VAYA UN OFICIO DIFÍCIL!


SER MÉDICO EN COLOMBIA:¡VAYA UN OFICIO DIFÍCIL!

Emilio A. Restrepo Baena
Tomado de: Revista 360 2018  

Esta es la tercera edición de la publicación que presenta el medio de comunicación 360. Como siempre, recogemos lo mas relevante del año en distintos frentes, analizamos el futuro y presentamos distintos puntos de vista sobre lo tratado. Esta Revista llega a mas de 20.000 personas en las ciudades de Medellín, Bogotá, Cali, Barranquilla, Cartagena y Manizales.


El trabajo del médico en Colombia, a la luz de la ley que nos rige, se ha vuelto poco menos que imposible cuando no indignante, todos los días menos apetecido y cada vez más mal remunerado.

Los intermediarios del sistema no solamente explotan su trabajo pauperizándolo cada vez más, sino que se quedan con el mayor porcentaje de las ganancias que se derivan del ejercicio de la profesión, obviando conceptos como calidad y solidaridad.

Recordemos algunas de las situaciones que nos atormentan:

Los abogados que tratan en todo momento de pescar en río revuelto, sometiendo por cualquier razón al médico, justa o injusta, al riesgo permanente de ser demandado. Cualquier motivo genera una demanda, sin ninguna consideración de tipo ético. Muchos de ellos engolosinan al paciente o a su familia, les cobran el adelanto para comenzar a trabajar y disparan el proceso. No les importa lo que tengan que enfrentar, si las evidencias son reales o no, si los testigos son válidos o no, el  plan es tratar de conciliar y sacar la mejor tajada posible. Si no lo logran, asumen inicialmente el proceso y en el desgaste natural de él, lo más común es que pierdan rápidamente el interés; de hecho, cerca del 98% de las demandas médico legales son precluidas o falladas a favor del médico. Pero en el camino quedan grandes costos, angustias que no tienen precio y menguan la tranquilidad, la autoestima y el entorno personal y familiar del galeno involucrado; se generan enemigos potencialmente peligrosos, el prestigio se socava, se crea un precedente. Y todo por la plata. Y todos los que estamos en esto sabemos que un altísimo porcentaje ejercemos con ética y compromiso, con responsabilidad y honradez, que nadie se complica porque quiere, que nadie daña a un paciente a propósito, que explicamos bien los procedimientos para que la persona sepa a que se está sometiendo cuando firma el consentimiento informado.

Los malos colegas, verdadera peste que nos implica estar durmiendo con el enemigo, bajar la guardia y no saber que a la vuelta del pasillo nos espera la puñalada trapera, por resentimiento, por celos profesionales, por envidia, por luchas de egos, por competencia desleal, por dinero, etc.

Los sapos, usualmente camuflados entre el personal paramédico, son capaces de destruir en un minuto con un comentario venenoso un prestigio construido durante años a base de sacrificio, coherencia y trabajo duro. En ocasiones reciben prebendas de las aseguradoras o de los abogados carroñeros en busca de casos para demandas por delatar con disimulo los errores ocurridos o las complicaciones.

Los acompañantes del paciente, incluido el infaltable “pato” o “metiche lambón” que es el que más grita, el que más injuria, el que más amenaza, sobre todo en los servicios de urgencias, más aún si está borracho. En todo acto siempre está por delante la advertencia de que si algo sale mal, a pesar de lo grave que esté el paciente, el galeno se tendrá que ver con él y atenerse a las consecuencias.

Los auditores médicos, verdadera piedra en el zapato, que si bien en el diseño teórico del sistema son muy importantes, en el acontecer cotidiano no hacen más que perseguir a sus colegas clínicos, entorpecer el trabajo, dilatar los procesos (exámenes, remisiones, cirugías), glosar las cuentas para retrasar los pagos y así favorecer a las empresas promotoras, pervirtiendo los preceptos del juramento hipocrático y la ley 23 de 1981.

Las oficinas de control de las direcciones de salud, empecinadas como están en lograr finiquitar los procesos de acreditación y certificación, al mismo tiempo que mantienen en la nómina oficial hordas enteras de burócratas sin cosas distintas que hacer fuera de esperar la quincena, descubrieron que aplicando miles de requisitos inverosímiles ocupan el tiempo y se lo quitan a los que sí tienen que trabajar.

El modelo de las empresas prestadoras de salud o EPS, que sólo busca la producción y el rendimiento económico sin más contemplaciones o alternativas. Bajar los costos y gastos a cualquier precio, sacrificando la dignidad profesional y la calidad del servicio. Hay varias que al final del año sacan una lista de los médicos que menos droga recetan, que menos exámenes ordenan y que menos remiten al especialista. Según el criterio de la tabla de calificación, esos son los mejores, porque tienen “un sentido clínico más agudo”; tienen derecho a que les renueven el contrato, lo que por obvias razones no ocurre con los últimos del listado, que resultan ser los más onerosos para la EPS. Nadie se pregunta si son buenos o no, responsables, prácticos o éticos.

El exceso de ambición, acaso presionado por un arribismo muy ampliamente extendido entre el gremio, hace que el médico se involucre en maratones de varias jornadas sucesivas, sin descanso, sin apenas ver a la familia, exhausto, sin tiempo ni disposición para reposar, disfrutar, estudiar y actualizarse.

Los laboratorios farmacéuticos y sus representantes los visitadores médicos tratando de imponerle a como de lugar sus formulaciones, presionándolo para que recete sus productos sin sustento bibliográfico riguroso y veraz, muchas veces mentiroso, tratando de comprarle la conciencia con bisutería para convertirlo en un idiota útil a su servicio.

Los pacientes sabihondos o que se creen de mejor estirpe, que siempre saben más que uno de medicina, que cuestionan todos los conceptos, que siempre piden  segundas y terceras opiniones, que se enojan si no se les ordena el examen que ellos consideran necesario aunque el criterio clínico diga lo contrario.

El egocentrismo y la megalomanía de especialistas que se creen ungidos por un soplo divino y sobredimensionan su importancias personal y profesional llegando a mirar por encima del hombro a sus colegas, tornándose insufribles e insoportables  a través de los años.




En fin, podríamos seguir enumerando los factores que nos impiden trabajar como es debido, como lo diseñamos en nuestros sueños de juventud y darle un poco más de estatus y calidad a nuestra labor y a nuestro nivel de vida. Evidentemente, toda generalización puede conllevar a una arbitrariedad y en la enumeración hay con seguridad honrosas excepciones, pero con la mano en el corazón, todos sabemos que hay mucho de cierto en ello, que no estamos todo lo bien que anhelamos, que estamos desunidos y solos, amenazados por mil factores y mal pagados, vulnerables y sin muchas otras opciones para rectificar en el camino. Solo la mística, el apostolado, la entrega y el amor con que asumimos lo que hacemos nos defienden contra la amargura y la intolerancia.

Thursday, November 29, 2018

COLEGA, CUIDADO CON LOS SAPOS


COLEGA, CUIDADO CON LOS SAPOS



Desde tiempos inmemoriales, como el dinosaurio de Monterroso, el sapo siempre ha estado allí. Y no necesariamente al despertar: desde todo momento, al dormir, al irse, al regresar. Nunca se han movido de su hábitat natural,  la babosa humedad de su charca. Porque uno de sus atributos es la omnipresencia. Cuente con él, como con las brujas, los fantasmas y los recuerdos. El sapo siempre va a estar ahí, atento, sus ojos enormes y fijos, silencioso, con la lengua rápida y la piel fría, dispuesto a tirar leche, presto a saltar, a mimetizarse con el paisaje, a confundirse con el entorno.
El Sapo es imprescindible y no puede faltar en ninguna reunión humana de más de tres personas. No se aguanta las ganas, (ya que en él es una necesidad biológica y existencial) de contar, de llevar y traer, de aventar, de delatar; y no lo hace por llamar la atención, pues su estilo es rastrero, hipócrita y servil. Por el contrario, pretende pasar desapercibido, diluirse en las situaciones, hacer que nadie lo note.
Por eso, hace lo posible por no ser descubierto y actuar de manera soterrada, porque sabe que hace daño, tiene conciencia de que no está haciendo lo correcto, pero es algo más fuerte que él y lo sigue realizando, y lo volverá a hacer una y otra vez, pues está en su esencia, es su naturaleza y se mira al espejo y sabe que no puede hacer otra cosa distinta, pues es su gran lastre y está sentenciado: es un sapo. No puede ser otra cosa. Y ya tampoco quiere cambiar.
Y lo grave es que lo disfruta y se regocija de ello. La delación, o la difamación de la honra del prójimo es su pequeño triunfo del día a día. Y traga saliva e hincha el cuello y redobla el vientre, en un agobio de felicidad cuando el dardo llega a su destino. En silencio se goza su victoria mientras, atento, planea la siguiente acometida. Y no gasta afán, sabe esperar, la paciencia es su virtud.
Y no crea, colega, que es algo que se depura con la formación y el ingreso. No sea tan ingenuo: Se da en todos los estratos y en todos los oficios.
Se reconoce desde pequeñín, pues muy temprano en la vida define su vocación, ya que es algo que le surge de lo más profundo de su entraña y tiñe de convicción todas y cada una de sus células y no se cuestiona por ello, al estar convencido de que hace lo correcto y es su forma habitual, aunque oculta, de interacción con sus semejantes. Además, desde su más tierna infancia en los colegios y grupos juveniles es estimulado por curas, tías y maestros.
En los trabajos, es la mano derecha de jefecitos de media petaca y de los mandos medios, sobre todo de los menos dotados. Es el que trae y lleva, el que denuncia a los pocos segundos de presentado un hecho, con riqueza de detalles y haciendo su propio énfasis sobre lo acaecido. Que quede clara la falta del otro, que se note la intención de sus palabras, que se arrepienta de su emprendimiento, de su iniciativa, de su liderazgo. Porque al sapo le duele el avance del otro, la superación del otro, los valores y talentos del otro, de los cuales, casi siempre, él carece.
Desde que aparecieron los celulares inteligentes, es el más rápido con la foto, con la grabación, con la evidencia. Es experto en posar con disimulo para selfis que tienen como fondo a la víctima de su delación. Es de una velocidad inverosímil para registrar la posición prohibida del amigo, el sueño inoportuno del compañero, la rascada indecorosa, el gesto reprochable, el comentario crítico del inconforme. No puede ver un teléfono porque le da un temblor y lo acomete un sudor frío. Nadie tan raudo como él para marcar un número, para enviar un mensaje, para hacer que el coordinador se entere de algo que se supone no debería hacerlo.
Con reserva, es el primero en manifestarse en el cumpleaños del jefe, en traer regalitos discretos de sus paseos, en dejar la torta, en poner las serpentinas. Aunque esté a punto de reventarse por dentro, aguanta con una sonrisa de estoicismo los regaños y las reconvenciones con una agradecida bajada de cabeza.
Y no luche, colega, que no lo va a desterrar. Por uno que se descubra, otros cuatro se ocultan. Por uno que se ponga en evidencia y se gane la justa animadversión de personas trabajadoras y buenas que hacen su trabajo con compromiso y coherencia, otros cuatro se aprestan a reemplazarlo, serviles, dúctiles, acomodados, dispuestos a enclavarle la puñalada trapera al que les dé la oportunidad. Porque es su identidad, es su naturaleza, así son y no van a cambiar. Además, cierto tipo de jefes los estimulan y los alientan a seguir siendo sapos y ello les hace feliz, se lo gozan y es la mejor forma de dar rienda suelta a su pequeñez y a su mezquindad, pues no pueden ser de otra forma. Está en su código genético y en su necesidad de obtener satisfacciones y prebendas.
Colega, aprenda a convivir con los sapos, pero en lo posible, no se deje hacer daño de ellos. Si toca, tómese la foto con ellos, deles la palmadita en la espalda, no les niegue una sonrisa, entienda que tienen muchas carencias y son seres faltos de afecto y seguridad personal, pero no por ello   baje la guardia. Trate de ser discreto y cuidadoso y no dejarse lesionar por sus acciones; cree mecanismos para que sus palabras no lo traicionen y que nada de lo que diga o haga pueda ser utilizado en su contra, pero no pretenda erradicarlos, colega. Es una lucha perdida desde el inicio. No sea iluso. Y en los ratos libres, dedíqueles una reflexión, un pensamiento crítico o un artículo de opinión. Tenga la seguridad de que lo avientan porque lo avientan, pero no se van a dar por aludidos.
Colega, cuidado con los sapos...y, sobre todo, ¡¡¡no sea sapo!!!


ÑAPA:

Una buena tanda de cuentos leídos por el autor para Teledonmatías https://emiliorestrepo.blogspot.com/2015/06/cuentos-



Más artículos de la colección CONSEJOS A UN JOVEN COLEGA https://www.youtube.com/playlist?list=PLm-lfL5KTbVOjHC0N-0MJveoeRRfLY4EP


Tuesday, November 27, 2018

Policías y bandidos en serie editorial Periodista Juan Paz

El Reverbero de Juan PazPrimicias de la política, empresariales y de la farándula


https://juanpaz.net/policias-y-bandidos-en-serie-editorial/

Policías y bandidos en serie editorial


El Fondo Editorial de la Universidad Pontificia Bolivariana presenta una colección dedicada a inspectores, policías y bandidos.

Con esta serie, se le quiere dar impulso a la novela negra en Colombia, en una gran apuesta. Se trata de publicar novelas de personaje, en sagas que cuenten a través de sus entregas anuales nuevas aventuras de estos detectives que poco a poco se han ido posesionando en el competido mercado editorial. NOVEDAD: es la única serie en Colombia dedicada a la literatura policiaca y al género negro, con personajes de colección. Toda una novedad editorial. Digna de ser apoyada.

En la presentación de esta colección, explica el escritor Emilio Alberto Restrepo (foto), que “la producción de novela negra en Colombia es más una excepción que una regla y obedece casi siempre a las iniciativas aisladas y muchas veces personales, que no configuran un movimiento literario como tal, a pesar de que en  todo el mundo esté experimentando un nuevo auge, con escritores de oficio y lectores fieles que responden con creces a las expectativas del mercado “.

Señala, igualmente, que “la novela explora el mundo profesional del crimen, haciendo una disección de su entorno, preponderantemente urbano, profundizando en las características más oscuras y abyectas de la Ciudad y de la sociedad. En ella, el objetivo no es solo resolver el crimen, responder a las preguntas de quién y cómo, sino saber el dónde y el porqué, yendo más allá de lo aparente, dándole la importancia debida a los hechos y las cosas que rodean el misterio, recordando que detrás de él, siempre hay unos seres humanos derrotados y en decadencia y otros que se obstinan en aproximarse a la verdad, no importa lo dolorosa que sea lo que se paga por ello”.

Para el autor, esta colección del Fondo Editorial de la Universidad Pontificia Bolivariana, “marca un hito”,  porque apoya la producción local con sagas de personaje, con escritores antioqueños que sin complejos de inferioridad escriben para un mundo globalizado, pintando desde adentro un entorno de ciudad que padecen y conocen, con detectives originales que historia tras historia narran los entresijos de esa urbe despiadada que ruge bajo los pies de una metrópoli caótica e indiferente, con un humor irreverente y una ironía que les da una mirada muy particular “. (Foto portada)

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Define la serie Policías & Bandidos como un esfuerzo coherente y riguroso en el que ya hay publicados dos libros de cada uno de los personajes, con la idea de que se extienda, “dándoles continuidad a través de las historias contenidas en novelas cortas que privilegian el entretenimiento y la complicidad con el lector “.

En este primer momento de la colección están: el ex inspector Rambert, de Memo Ánjel , “que en este volumen reúne su caso, esta vez ambientado en el Caribe”; el fiscal Oscar Rosado, de John Saldarriaga , “que hurga en los rincones oscuros de Medellín para resolver el crimen de un teatrero” y Joaquín Tornado, de Emilio Alberto Restrepo , “en esta ocasión contratada para investigar el crimen de un futbolista de élite que juega en Europa y que regresan a una víctima de un atentado “. Además una novedad: una autora mujer, con un personaje femenino: la escritora Verónica Villa con Marina, una guardia de seguridad que resuelve crímenes. Hasta ahora van publicados 2 libros de cada personaje.

El próximo 29 de noviembre en Otraparte(Envigado), se hará el lanzamiento de los volúmenes 8 y 9, con un par de aventuras de Tornado y Marina. Es un ejemplo de producción editorial digno de recomendar, novela negra de Medellín para el mundo, escrita por autores locales, con historias llenas de ingenio que pintan la ciudad y el oscuro mundo del crimen y la corrupción, en novelas de gran factura literaria, llenas de humor y conocimiento de la naturaleza humana.

Más información en:

http://joaquin-tornado-detective.blogspot.com

https://www.upb.edu.co/es/noticias/editorial-upb-tiene-la-primera-mujer-colombiana-escribiendo-novela-negra

https://www.veronicavillaagudelo.com/

Informes: Casa Museo Otraparte Cra 43A n.º 27A Sur – 11 Avenida Fernando González Envigado – Colombia 29 de Noviembre 2018  6:30 pm

Invita Editorial UPB

Wednesday, November 14, 2018

LAS NARCONOVELAS: REALIDAD VS RATING



LAS NARCONOVELAS: 

REALIDAD VS RATING


Para su trabajo de grado, las estudiantes de comunicación Social de la UPB, Giseth García y Diana Marcela De los Ríos entrevistaron al escritor colombiano Emilio Alberto Restrepo, al semiólogo y comunicador Federico Medina Cano, al crítico de medios Omar Rincón sobre la actualidad de la narco-novela en la literatura y la televisión colombiana. Como resultado, se produjo este documental que hace un análisis del fenómeno del crimen en la literatura y la televisión del país, ampliamente exportado a los medios de todo el mundo.




NARCONOVELA EN COLOMBIA



NOVELA NEGRA EN COLOMBIA




Saturday, November 03, 2018

JOAQUÍN TORNADO EN TELEDONMATÍAS

JOAQUÍN TORNADO EN TELEDONMATÍAS

Una entrevista sobre  JOAQUÍN TORNADO con la periodista Laura Osorio. Se explora a fondo el personaje en sus 3 primeros libros


Friday, October 05, 2018

EN LAS GARRAS DE LOS MANDOS MEDIOS


EN LAS GARRAS DE LOS MANDOS MEDIOS

Nota: Este artículo lo escribí en 1991 cuando trabajaba como médico general en el  desaparecido ISS. Lo leo cada 5 años, y veo que no ha cambiado nada. Hoy lo publico con leves modificaciones. Ni siquiera le pongo dedicatoria, pues dudo mucho que alguien se sienta aludido…y menos ellos…

Las personas que trabajan en el sector público y están vinculados en la parte técnica, o sea por carrera administrativa, en un concurso de méritos de varios meses, sometidos a una evaluación de desempeño periódica y que ejercen una función operativa, de ejecución de funciones acorde con la materia de su especialidad, cada cierto tiempo se enfrentan a una plaga que hace metástasis en las instituciones del Estado: las corbatas, los mandos medios nombrados por presiones políticas, las fichas de un dirigente que cobra favores a través de la burocracia y los empotra temporalmente en un cargo de dirección de rango medio.

El perfil está muy definido: personas con un nivel intermedio de formación, que a diferencia de sus subordinados nunca hicieron especializaciones en los campos a los que aspiraban, o bien por falta de capacidades personales, o porque se presentaron muchas veces y no pasaron o porque por falta de motivación y pereza crónica, o por falta de fundamentación académica nunca escalaron títulos; entonces se tuvieron que contentar con diplomados o dudosas especializaciones de fin de semana, mientras trabajaban de tiempo completo en un empleo que hacían con desidia y monotonía tratando de pasar desapercibidos para que no se notara mucho su escasa dotación, por aquello tan sabido de que “un bobo callado no se nota”.

Algún día, por un golpe de suerte, o porque un amigo alcanzó posiciones de poder en alguna instancia del Gobierno, o porque un familiar cercano fue elegido en un cargo de elección popular, o porque el cónyuge alcanzó alguna gerencia que le permitía hacer un intercambio laxo de favores burocráticos, estos personajes llegaron a un puesto de mando al cual cayeron prácticamente en paracaídas, con la ilusión de enquistarse en él y facturar hasta que pase el cuarto de hora de su padrino. Pues bien, helos ahí invernando, jugando solitario en el computador en jornadas interminables, leyendo de deportes o de farándula en internet o navegando de un portal en otro viendo cómo se acerca la hora de terminar la jornada para huir en veloz carrera. Muchas veces ni el cuadro de turnos o asignaciones lo tienen que hacer, porque lo delegan. Y amenazan que tienen muchas hojas de vida en su escritorio, por si alguien se pone crítico o manifiesta su inconformidad. Por eso mantienen enfilado el rebaño, mientras estimulan la red de sapos y acusetas para que los mantengan informados, sobre todo en las bases y temporales, a los cuales intimidan tácitamente con la no renovación de los contratos si no se someten a su yugo.

En ocasiones, en virtud a su nuevo puesto, les toca asistir a comités o juntas técnicas en las cuales, cuando son un poco astutos, se quedan callados para no demostrar el pesado lastre de su profunda ignorancia, pero cuando son torpes y pantalleros se explayan en la enormidad de sus comentarios insulsos que hacen retorcer de vergüenza a sus subalternos, quienes muchas veces de manera amable y condescendiente, y otras no tanto, hacen una comedida rectificación de la barrabasada que acaba de proferir, mientras tratan de contener o su impaciencia o la mueca de burla que trata de asomar por sus comisuras tolerantes y respetuosas.

Pero es cuando se presenta una crisis, o en el momento que algo sacude su rutina de burócratas amodorrados, cuando su verdadero talante sale a la superficie: falta total de liderazgo, ausencia permanente de sus oficinas, lenguaje evasivo, frases de cajón, lugares comunes cada vez más agresivos:

   “ Yo no necesito este trabajo, yo tengo o fincas, o minas, o fábricas, o almacenes, o carros de transporte público, lo que me pagan aquí es casi simbólico, blá, blá, blá…”

  “Más respetico, mi puesto no es político, si no técnico, estoy aquí por mis propios méritos, blá, blá, blá…”

"Yo no tengo porque darle razones a ustedes de lo que haga o no haga, ni tengo qué rendirles informes o cuentas...no se le olvide que el jefe soy yo, ¿está claro?"

Y uno en medio de la angustia de torear el temporal, sintiéndose tan solo y sin apoyo, sin una cabeza que ayude a direccionar con asertividad para enfrentar las situaciones adversas, deseando que ojalá sí fuera alguien que sí necesitara de verdad el trabajo para que asumiera con competencia, ganas y compromiso un puesto de tanta responsabilidad, que no fuera un cargo apadrinado sino en verdad técnico, para que con sus conocimientos ayudara a sortear las situaciones tan difíciles que a veces se presentan, que tuvieran la capacidad de comunicarse de manera efectiva y solidaria con los trabajadores, que laborara hombro a hombro con ellos y no estuviera a toda hora con afán de irse para la finca o de juerga con sus amigotes y compadres del directorio.

Pero es cuestión de tiempo. Ellos pasan, siempre pasan cuando su padrino cae en desgracia, o cuando ruedan por su propia mediocridad e inoperancia. Pero llega otro, hemos visto a muchos de ellos, todos diseñados bajo el mismo molde. Su vida útil(¿útil?) es de 2 a 5 años. Y nosotros ahí, tratando de hacer con coherencia y responsabilidad nuestra función, dando la cara, poniendo el pecho mientras ellos se limitan a posar para la foto, anteponiendo soluciones creativas y muchas veces limpiando la porquería que van dejando a su camino, mientras aparece el nuevo, sonrisa perfecta, verbo rimbombante y pretencioso pero vacío y nosotros vamos de a poco olvidando el nombre del penúltimo que los antecedió.

Ñapa:
aquí hago una lectura de este artículo para TELEDONMATIAS:




ÑAPA:

Artículo relacionado: COLEGA, CUIDADO CON LOS SAPOS
http://emiliorestrepo.blogspot.com/2018/11/colega-cuidado-con-los-sapos.html

Una buena tanda de cuentos leídos por el autor para Teledonmatías https://emiliorestrepo.blogspot.com/2015/06/cuentos-



Más artículos de la colección CONSEJOS A UN JOVEN COLEGA https://www.youtube.com/playlist?list=PLm-lfL5KTbVOjHC0N-0MJveoeRRfLY4EP

Tuesday, September 25, 2018

Dos alusiones en la página de JUAN PAZ

En la edición del 22 de septiembre del periódico virtual del periodista JUAN PAZ, "EL REVERBERO", apareció esta noticia, que toma como referente la publicación de la novela "Y NOS ROBARON LA CLÍNICA"

#1 http://juanpaz.net/y-que-paso-con-el-negocio-de-las-14-clinicas/



¿Y qué pasó con el negocio de las 14 clínicas?

Cuestión de estilo. Una historia local. 
Algo va de un grupo a otro. Mientras el grupo Auna del Perú, después de una negociación concertada y, al parecer, transparente, adquirió las acciones de la Clínica las Américas de Medellín, a un precio unitario por acción superior a $24.000.000 cada una, algo justo y equitativo para los precios del mercado, un grupo empresarial local compró 14 clínicas en todo el país después de precipitar ellos mismos su crisis económica y su quiebra, para comprarles a los socios por la deuda, dejando en el camino a decenas de familias en una situación de crisis que los dejó prácticamente en la ruina, con cientos de dramas personales y familiares que hasta el día de hoy no se solucionan.
Mientras esta transición se llevaba a cabo, las clínicas expoliadas empezaban a trabajar, ya bajo la dirección de un nuevo dueño, en un movimiento antes impensado, para efectos de contratación para el susodicho Grupo Empresarial, a un ritmo imparable, de prácticamente 24 horas al día. ¿El protagonista de esta operación? El conocido empresario Mauricio Vélez Cadavid (foto).
Lo que la opinión pública no sabe es que, antes de ese  ritmo endemoniado, las clínicas estaban con un endeudamiento inmanejable y paulatino que obligó a  sus socios a doblegarse a los designios del capitalismo salvaje ante los dueños de las acreencias. No tenían ni para la nómina, mucho menos para proveedores. Tocó vender.

“Y nos robaron las clínicas”

En resumen, las quebraron y luego las compraron. Fue un asunto de diseño empresarial. Un canibalismo corporativo. Por centavos, sin consideración por cientos de familias de profesionales de clase media que cifraron todas sus ilusiones en un proyecto digno que sucumbió ante el diseño de un consorcio que fue absorbiendo sus finanzas, su sangre y su dignidad, como si todo en la vida se limitara a solo un asunto de dinero.
Y a los socios desarraigados les tocó arrancar de cero. Emplearse como jornaleros cuando venían de ser empresarios. Por sueldos irrisorios, mercenarios en oferta, se alquilaron a los dueños de los medios, incluso a los que los habían despojado. No tenían opción.
Y el Grupo Empresarial, de gran prestigio en la sociedad, a través de testaferros, dio al traste con el sueño de cientos de personas decentes que lucharon y se endeudaron por un ideal. Sin que mediaran sentimientos ni consideraciones. Solo por el billete. Por el vil metal. No importa el que quedara rezagado en el camino.
Ya en la vida real: ¿cómo harán para dormir empresarios como Mauricio Vélez, el Palacino antioqueño, con tantos damnificados a su haber? ¿Qué le dirá a sus hijos, cómo se mirarán al espejo sin que la conciencia lo llame a cuentas, cómo hará para mirar a su madre a los ojos? ¿Es ese el modelo del avivato paisa, sin escrúpulos, que tanto daño le ha hecho a la sociedad?
Hay un libro que cuenta pormenorizadamente estos asuntos: Y NOS ROBARON LA CLÍNICA (portada libro), del médico antioqueño Emilio Alberto Restrepo (foto), por lo que se sabe, uno de los damnificados. Lo publicó de manera valiente y sin complejos Sílaba Editorial.
Un esfuerzo encomiable. Desde adentro, sin miedos, sin complejos, disecando el mecanismo del despojo. Es escalofriante lo que cuenta: el gran capital diseña, arrasa, absorbe, y todos pierden, menos ellos, cada día más gordos, más empoderados, más dueños de la situación, sin importar quién queda tirado al lado y lado de su paso arrollador. Léanse ese libro. No volverán a ser los mismos. No volverán a mirar a ese Grupo Empresarial con los mismos ojos.
Alguien tenía qué decirlo…
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Thursday, September 06, 2018

Entrevista, El Espectador "Es posible que el verdadero yo, sea el otro"

Entrevista, El Espectador, Mayo 21 de 2018

Emilio Alberto Restrepo: "Es posible que el verdadero yo, sea el otro"

Tomado de El Espectador, Mayo 21 de 2018:


Entrevista con el ginecólogo y escritor, Emilio Alberto Restrepo, autor del libro "Joaquín Tornado, detective"

El escritor Emilio Alberto Restrepo es antioqueño y sus publicaciones se dividen entre libros de cuentos, novelas y poemas. Cortesía
¿Cómo, desde dónde y porque siente necesidad de escribir y que hace para realizarlo, qué realidad y sentido tiene para usted?
Siempre quería contar historias, pues crecí en medio de una tradición oral muy fuerte por la familia, por el barrio, por la gallada de amigotes, todo el día jugando e inventando aventuras en las calles, en las mangas, porque no había tampoco muchas otras opciones, pues fui niño en los años 60 y 70s. La palabra me embrujaba, me obnubilaba el poder seductor de las anécdotas, la fuerza de las narraciones. No me quería mover de donde hubiera un buen palabrero. Más tarde llegaron las lecturas y mi universo se expandió y quise ser como esos escritores que me hipnotizaban a través de un relato. Desde entonces quise escribir. Lo intenté mucho tiempo, sin encontrar las herramientas adecuadas, hasta que los talleres literarios me encausaron y pude encontrar la manera de expresarme: ya no era solo la oralidad. La escritura había entrado en mi vida y, hasta ahora, me acompaña
¿En sus relatos la relación con la forma ciudad y usted mismo, desde su insaciable e incansable observación instintiva y metódica, como se da y que busca en ella?
Uno habla de lo que más conoce, de lo que ha vivido. Y la Ciudad, y particularmente el barrio, han sido el entorno natural que ha alimentado mis vivencias. Entonces de ellos hablo, de eso que he vivido, padecido, amado y sufrido. La Ciudad, siempre la Ciudad. Y, por supuesto, la medicina. Son los dos grandes filones temáticos que alimentan mi literatura.
¿Los personajes de sus relatos son construidos desde dónde y por qué, qué carácter les quiere y desea dar y para qué?
En el mismo sentido, surgen de las calles, las esquinas, las tiendas...mi personaje es el hombre común, al cual le ocurren situaciones fuera de lo normal. Lo mismo, los pacientes. Muchas historias surgen de los hospitales. Me he dado cuenta que el sufrimiento, el dolor, el abandono, el miedo, la muerte son una fuente inagotable de literatura. De ahí parten mis personajes: de la ciudad, de la medicina. Hablo mucho de personas abandonadas de la esperanza o de la fortuna. Del marginal, del solitario, del desesperado, del que no tiene salida, del que se quedó sin ilusiones.
¿Desde qué consideraciones o lecturas de formación, se da en usted la necesidad de hacer novela llamada policíaca (negra) y cómo creó a Joaquín Tornado?
Muchas de mis lecturas de infancia fueron policiales y literatura de bolsillo (pulp). Desde que recuerdo leía a Sherlock, a Agatha, al agente X-9, a Rip Kirby. Y en televisión, Dimensión Desconocida y la serie de Alfred Hithcock presenta. Siempre me ha gustado el enigma, los giros de tuerca, los falsos culpables, las salidas sorpresivas. Siempre quise tener un personaje que resolviera casos y se planteara problemas e indagara sobre la naturaleza humana. Y estando ahí, en una búsqueda, una noche de tormenta sentí que estaba alguien respirándome en la nuca y mirando por detrás de mi hombro. Era Joaquín Tornado, que había recogido todo ese  bagaje, todas esas lecturas, toda esa formación, esos miedos, esos monstruos interiores, y desde entonces habita mis libros, saca lo mejor y lo peor de mí, enfrenta el bajo mundo, patonea las calles y los recovecos de la ciudad tratando de poner un poco de orden entre la miseria y el olor del pecado y la podredumbre humanas.
 ¿Cómo y desde dónde se da en usted (narrador) las construcciones y deconstrucciones del yo, como lo hace evidente o no, cómo lo oculta, en qué dimensión?
Alguien decía que uno siempre escribe sobre los mismos temas, sobre su propio yo o lo que más le impacta y le importa a ese yo, sobre su propia visión de la existencia, sacando lo mas puro y lo más abyecto del ser que uno es. Uno se disfraza de los personajes, pone las palabras de uno en boca de ellos, mal-disimula sus propias opiniones y sus taras y sus defectos en el carácter de ellos. Cada texto es un+ladrillo más en la pared del edificio de su propia obra. Cada personaje es una proyección, atenuada o exagerada, de la personalidad de uno. Uno escribe de lo que conoce, de lo que es, de lo que ha vivido, sentido y sufrido. Escribir es hacer catarsis de uno mismo, es mirarse en un espejo distorsionado, en donde es posible que la imagen verdadera sea la que se refleja y la falsa, la que sale desde dentro de uno. Es posible que el verdadero yo, sea el otro y que uno ha estado engañado todo el tiempo. Siempre es peligroso pero fascinante ahondar esos laberintos de la creación. No sabe uno que se va a encontrar; puede que a  uno mismo, encadenado y prisionero de sus propias limitaciones y neurosis, en lo mas profundo de una mazmorra. Es un juego aterrador, pero no hay marcha atrás.
¿Usted ha dicho que para un escritor es esencial saber escuchar: ¿Qué es lo que usted escucha y como se desarrolla y realiza esa escucha en sus relatos?
Toda  inspiración-creación entra por los sentidos. Es difícil inventar algo puro, que no sea impactado por un estímulo externo. Algo captado por los órganos de los sentidos genera en la mente una idea digna de ser contada; algo visto, algo olido, algo escuchado, algo leído, se traduce en una imagen mental, en un mapa conceptual. El escritor debe estar preparado, con sus sentidos dispuestos, para tener la sensibilidad de dejarse permear por esto que entra a su cerebro a través de lo sensorial. Pero sobre todo, debe tener agudo el oído: debe saber oír y escuchar, debe saber reconocer la música de las palabras, la cadencia de las voces. Esto le da el estilo propio a cada autor, una armonía que caracteriza sus textos. Por eso, lo de escuchar, se toma de varias formas: escuchar  hacia afuera (prójimo, personas, medios, historias, chismes, sonidos, ruidos, música) para alimentarse de los estímulos externos que le alimenten la inspiración y escuchar hacia adentro, el sonido del texto, la lectura en voz alta, las disonancias, la musicalidad de lo escrito, la repelencia o la cadencia, la consonancia o la estridencia, dependiendo de la voz que queramos darle
¿Cómo se dan en usted los títulos de sus libros, por decir: "Gamberros", "Después de Isabel", "El infierno", "El pabellón de la mandrágora"o "El abrazo de la viuda negra" y que intenta con ellos?
Para mí, titular es una obligación penosa pero estimulante, que demanda estrujarse mucho el cerebro, pues tiene que marcar una diferencia, tiene que darle una impronta, no caer en el lugar común y dar una idea del texto narrado. Para mí, merece toda la atención, toda la concentración. Debe ser contundente, tener recordación, tener carácter y tratar de no parecerse a nadie. Para mí, le insisto, es de la mayor importancia. Y le recuerdo otros: "Qué me queda de ti sino el olvido", "¿Alguien ha visto el entierro de un chino", "Una llamada por cobrar desde el infierno", "Música de buitres", etc.
En su lenguaje interviene mucho, el lenguaje cotidiano, si podemos llamarlo así: ¿En qué basa usted la búsqueda de su lenguaje, que lo lleve a otro manera de narrar?
En mi concepto, el escritor debe llegar al lector o sino está perdido. Hay varias formas de espantarlo: o con lenguaje rebuscado, artificioso, afectado, falsamente erudito, o con lenguaje ordinario, obsceno, procaz. Hay que buscar un equilibrio sano. En ocasiones hay que recurrir a lo escatológico, sin abusar del recurso, cuando sea necesario para el texto. A veces hay que usar un término erudito (casi nunca), cuando se amerite. Por ejemplo, si un personaje se tropieza o se asusta, nada peor que ponerlo a decir ¡¡¡Pamplinas!!!, ¡casi me fragmento mi artejo mayor, oh... el dolor me embarga!.” Esto se soluciona fácil con un buen ¡HP!, casi me parto el dedo! Un poco más brusco, pero más simple, mas real y, por tanto, mas eficaz. No genera rechazo en el lector y lo invita a acompañarlo en su dolor, no a rechazarlo por filipichín y pretencioso. Las lecturas, el tiempo y la revisión juiciosa, van dando las pautas para ir logrando el equilibrio y dejar de ser empalagoso o extremadamente campechano y chabacano. Si el adjetivo no es necesario o la metáfora no está bien hecha, sobran y chillan, y vuelven repelente el párrafo. Es por eso que debemos tratar de dominar el significado de las palabras, la ortografía, la puntuación, la gramática, la estructura, etc.
¿En qué resoluciones o no, del carácter de su escritura, le interesa o no lo estético y como se da en esa su inmersión escritural? 
El párrafo tiene su ritmo, su música, van pidiendo cuerda de acuerdo a la necesidad de la frase, del personaje, de la situación planteada. Por épocas, uno se preocupa más del lenguaje. En otras, por la caracterización, fuerza y veracidad del personaje. En otras, por la estructura. En otras, simplemente por la belleza, por la forma pura, por lo que usted denomina “lo estético”. En otras, por la coherencia y el valor de la historia relatada. Cuando usted logra armonía y equilibrio y solvencia en todos estos aspectos, usted tiene en sus manos una obra maestra. Aplique esto a Cien años de soledad, al Quijote, a las grandes obras y se dará cuenta. Por eso es tan difícil tener en la misma cuadra un García Márquez o un Borges. Lograr esas cumbres sin perecer en el intento, es un atributo de los grandes maestros. El resto nos partimos el lomo tratando de sacar el texto lo mejor posible, sufriendo en carne propia las obvias, y en ocasiones insalvables,  limitaciones.
¿Le interesa establecer los hechos que narra, su verdad, su realidad, su historia o no, y por qué sí o por qué no?
Lo importante no es la realidad de la historia con respecto a un referente de “la vida real”, sino la veracidad de la historia en sí misma. Que se logre una efectiva “supresión de la incredulidad” porque el texto en sí mismo es tan fuerte, tan sólido, que establece sus propias normas de realidad, independiente del resto. Es por eso que Cortazar es tan veraz cuando nos cuenta, con toda la naturalidad del mundo, que su personaje está “vomitando conejitos”, lo mismo Asimov o Bradbury, o el mismo Borges reescribiendo el Quijote o Gabo elevando a su personaje en cuerpo y alma hacia el cielo,  como si nada, todo tan normal. Soy poco dado a la fantasía o a la ciencia-ficción, me matriculo más en el realismo sucio que en realismo mágico y estoy fuertemente presionado por que mis escritos anden sintonizados en clave de vida real. Escribo sobre personajes comunes a los cuales les suceden, por asuntos del azar o el infortunio, cosas extraordinarias, pero no exentas de verosimilitud. Si yo no me las creo, no funcionarán tampoco en el lector y echará el libro a la basura. Es todo un reto.
¿Cómo se dio en usted (inicial escritor) su formación y cómo alcanza a tener estructurales elementos narrativos y sí ellos se deben a una formación en un Taller Literario?
Primero fui lector, voraz y desordenado, sin más método que la compulsión sin filtro alguno. Luego, fui temático, por géneros y autores. Luego traté de escribir, pero el texto no cuajaba, no daba punto. Podían ser historias y personajes poderosos, pero faltaba algo, el resultado no era bueno, estaba lleno de vicios e inconsistencias, estaba inmaduro, me faltaba método y escuela. Sin rubor digo que el Taller literario me ha dado, de a poco, y no sin avaricia, o será cuestión de simple brutalidad, todos esos elementos. Día a día, libro a libro, yo mismo y muchos de mis lectores hemos visto la evolución, sin dejar de reconocer que a muchos les gustaba más el salvajismo y el desafore de "Textos para pervertir a la juventud" , de "Los Círculos perpetuos"   o del "Pabellón de la mandrágora", mis primeros libros.
Usted ha obtenido varios premios literarios y becas para realizar su tarea y continuar desarrollándola como ha deseado: ¿Qué son ellos para usted y el desarrollo o no de lo que hace, como se transforma o no?
Le confieso, sin pudor intelectualoide, que me gustan los concursos, me gusta participar en ellos, me he ganado algunos, he perdido la mayoría y en muchos, he quedado de finalista, (de “primera princesa”, como se burlan de mí algunos de los colegas). Lo importante es escribir, gozársela, tener método, disciplina y rigor. Si en el camino se atraviesa un premio, bienvenido, es estimulante, le trae a uno nuevos lectores, mucha gente se interesa por la obra anterior, le da un poco de más visibilidad para ser un poco más leído. Mire usted: ahora me está entrevistando, por haberme ganado la beca del Municipio con "Gamberros S.A".; de lo contrario, no nos hubiéramos conocido, ni usted como periodista o crítico se hubiera interesado por lo que pienso sobre el arte de la creación literaria. Eso está muy bien y lo agradezco, pues con seguridad gracias a ello, los lectores de su periódico se podrían potencialmente interesar por leer mis libros. Lo importante es el rigor, tratar de escribir bien y cada vez mejor. No obsesionarse con el concurso ni amargarse por no ganarlo. Los concursos no son matemáticos ni justos. Los jurados no siempre premian al mejor. Si la obra es buena, y no gana esta vez, hay que revisarla y mejorarla, que con seguridad tarde o temprano encontrará su espacio, le llegará su tiempo.
Starobinski habla de la ciencia química en Balzac, la química de las relaciones: ¿Hay química en sus textos y es consciente o no de ella?
Eso no lo debo decir yo. Eso lo dicen lectores y críticos. Por supuesto, hay gente que no los disfruta, que no les gusta o mi estilo o mis temas o mi lenguaje. Pero por otro lado, tengo un grupo de lectores fieles, constantes, comprometidos, que me siguen, me recomiendan, me escriben, compran los libros, me preguntan cosas de los personajes y no falta la loquita que me declare su amor platónico. Esto me permite inferir que, con ellos, sí tengo la química que usted llama. Cuando se pierda esefeeling -no lo permitan las musas- se pierden afinidades, adeptos y me imagino que se queda uno muy solo en el mundo literario.
¿Considera y observa en usted la literatura como una enfermedad o como una liberación de la enfermedad y por qué?
En mi caso, es catártica, sanatoria, terapéutica. Es mi siquiatra particular y me permite exorcizar muchos demonios que de otra manera me tornarían en un asesino en serie. Le cuento con ejemplos. En una ocasión me demandaron por una complicación grave en mi oficio como médico. La demanda me la inició un colega con el cual había tenido un altercado, a manera de retaliación. Cuando me enteré, tuve la convicción de que lo que tenía que hacer era mandarlo asesinar, de manera lenta y dolorosa,  a como una forma de reparación, de venganza necesaria para el espíritu. Afortunadamente no ocurrió así: la literatura vino a salvarnos a los dos, a mí de la cárcel, a él del empalamiento. Escribí una novela corta, "Crónica de un proceso", en donde cuento pormenorizadamente el caso. Fue publicada por la Universidad CES. Hoy se estudia en la cátedra de ética y de derecho médico y he dictado decenas de conferencias de cuenta de esa publicación. Lo mismo con un primo hermano, amigo entrañable, que  por la vía del corazón se me metió al bolsillo, con la idea de quitarme todo el patrimonio. Casi me deja en la ruina. La literatura me permitió sanar el sentimiento de traición, de odio y de resentimiento, mientras me recuperaba. Le quedó, como homenaje y testimonio, un cuento y una novela de mi amigo Joaquín Tornado llamado "El primo y el timo". Mientras uno escribe, no piensa en dañar a nadie, no comete pecados ni incurre en delitos. O por lo menos, si lo hace, es inofensivo. Todo queda en el papel.
¿Cuál es su método para decidir y determinar, que historias de lo que ve, de lo que escucha y de lo que siente, es la que escribirá o no, cómo hace?
No se sabe. Hay una especie de afinidad, inmediata o tardía, que hace que un tema le dé vueltas en la cabeza a uno durante un tiempo. Repito, primero entra por los sentidos, luego se asoma una y otra vez, como reclamando su espacio. Luego produce una especie de regocijo, o un malestar, o una idea recurrente, que hasta que no se lleva al texto,  no se resuelve. Luego llega otra y otra. Otras veces no es tan simple. Uno la anota en una agenda o en un archivo, “por lo que pueda ocurrir”, porque en otro momento pueda tener algún interés. Entonces, cuando encuentra su espacio, viene a la memoria, o por esos azares no tan gratuitos, ese día uno abre el computador y la idea asoma sus narices, para ocupar el espacio que tenía destinado desde siempre. Es algo un tanto mágico, pero que sabemos que existe. A veces son fuertes y determinadas desde el principio, uno sabe que tienen tanta fuerza, que terminan en una novela, completas, redondas, tal y como se la contaron a uno. Eso me pasó en "La milonga del bandido", en "El tren de los malditos" o en "Que me queda de ti sino el olvido".  Solo tuve que escribir, pulir, organizar: la estructura estaba completa, me fue dictada de principio a fin.

Vemos que salta con gran comodidad de uno a otro género. ¿Cuáles son sus líneas de trabajo y en qué anda ahora ocupando su curiosidad infatigable?
 

Estoy dando cuerpo a la tercera obra de una "trilogía perversa de la salud"  que he llamado tentativamente “HISTORIA CLÍNICA, HISTORIA CINICA” que comenzó en 2005 con EL PABELLÓN DE LA MANDRÁGORA, se continúa con ESPEJISMOS DE LA MEMORIA(aún inédita, espero que no por mucho tiempo) y termina con el que estoy terminando, que cuenta la forma como un poderoso grupo económico se apoderó de cerca de una quincena de clínicas privadas en todo el país, dejando a sus accionistas en medio de una debacle económica y moral y con las ilusiones despedazadas. Recrea las intimidades del caso, mientras ahonda en situaciones increíbles de los ambientes hospitalarios que el ciudadano de a pie no conoce, que a veces ni siquiera alcanza a creer que sea posible que existan. Como decía un profesor, "Nadie compra catorce clínicas, así como así, sin cometer algún delito. Nadie se hace dueño de semejantes negocios sin dejar un reguero. Sígale la pista al dinero y descubrirá que, detrás de todo, hay un sujeto gordo, insaciable y glotón, que no da la cara, pero es el que mueve los hilos”, y eso da suficiente tema de interés para tratar de novelar y llegar al público, que ha demostrado ser bastante fiel a este tipo de historias que lo tocan y lo sorprenden en lo más profundo.
Además, sigo explorando las aventuras de JOAQUIN TORNADO, que me persiguen por todos lados, tengo una línea de literatura infantil, y sigo el proyecto de MEDALLO BLUES, con novelas urbanas que recrean la vida cotidiana de nuestros barrios y personajes. Mientras tanto escribo artículos de opinión y alimento mis blogs, sobre todo el de decálogos literarios, del cual estoy haciendo una recopilación llamada 20 ESCRITORES COLOMBIANOS NOS CUENTAN SUS SECRETOS.


Orlando Ramírez Casas

Archivos adjuntos04:32 (Hace 3 horas.)
para Ramírez-Casas, Cco:
(Artículo guardado en el congelador)

Hola mister Orlando
Le cuento que sí, Habemus librum, se trata de una novela
:
 Y NOS ROBARON LA CLÍNICA, en la que se cuenta una serie de sucesos ocurridos de puertas para
adentro en unaclínicas que fueron absorbidas por un grupo económico, publicada gracias al 
gran apoyo de una editorial de primera categoría que usted muy bien conoce: SILABASe comparto el link: 

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Hola, jóvenes:

El médico ginecobstetra Emilio Alberto Restrepo Baena y yo 
nos conocimos por cuestiones del oficio… del oficio de escribir
 como hobby, que ambos practicamos cotidianamente. Fue 
una especie de amistad a primera vista porque la mutua
 empatía fue inmediata. La diferencia es que mientras yo 
escribo estas bobadas mías en el día a día, él publica un 
libro a la misma velocidad con que trae hijos al mundo. 
Es cuentista, es novelista, es cronista, es un hombre que 
tal pareciera que dedica más tiempo a la literatura que a 
la medicina, pero sólo él sabe cómo hace para combinar y 
sacar tiempo para estas dos actividades, aparte de ser buen 
hombre de familia, que también lo es. El hombre logra cumplir
 con las tareas.

Hace un mes me envió un correo que me estaba absteniendo
 de compartir con ustedes hasta que hubiera leído la novela,
 pero aún no la tengo y el asunto ya va para largo. Así es
 que me decido a hablarles del asunto antes de haber dado
 ese paso. Me refiero a la novela del Dr. Emilio titulada 
Y nos robaron la clínica”, en la que cualquier parecido con
 la realidad NO es mera coincidencia. Si en ella se abstiene 
de mencionar nombres propios, es por evitar demandas de 
calumnia e injuria por el derecho al buen nombre que suelen
 invocar los pícaros y los ladrones de todos los pelambres. 
No olvidemos que los ladrones se cuidan de dejar huellas y 
de hacer sus trapisondas ajustados a una leguleya legalidad. 
Parecería lo suyo ser cosa de novela, si no fuera porque hace
 poco me encontré con una persona que yo suponía había
 heredado la participación accionaria de su fallecido pariente
 en una clínica de la ciudad, pero su respuesta no por 
esperada dejó de ser desanimadora: “¡Ojalá!, pero no se
 había acabado de enfriar su cuerpo cuando nos dimos cuenta 
de que nos habían robado la clínica”. Los invito, pues, a leer 
esa que creo que es la última novela publicada por él… hasta 
el momento.

Leí hace ya bastantes años una serie de entrevistas de la
 revista The Paris Review con escritores destacados de la 
literatura universal del momento. Hombres como Ernest 
Hemingway, Scott Fitzgerald, Eugene O´Neil, William 
Burroughs, y otros dieron declaraciones para la serie
 “Hablan los escritores”. Son entrevistas en las que cada 
uno da su visión sobre el oficio de escribir, y constituyen una 
compilación de consejos para los aspirantes a ser escritores. 
Se diría que esa lectura es un curso acelerado de lo que se 
dice en los talleres de escritura literaria. En algún momento 
el médico Emilio Alberto montó un blog (porque también 
es bloguero) donde recoge gran cantidad de consejos de los
 mencionados, y de otros que se han ocupado del asunto. 
Ahora le llega el turno, y el periódico El Espectador ha 
publicado una entrevista que le hicieron y que es todo un 
curso de escritura digno de figurar en aquella desaparecida
 revista de lengua inglesa que se publicaba en París por los 
años sesenta. La entrevista que le hacen al médico no tiene 
desperdicio, sobre todo para muchos que quieren convertirse
 en escritores de la noche a la mañana sin haberse tallado 
con las técnicas y tácticas que tan bien conocen los 
deportistas competidores de nivel mundial. Para llegar allá 
hay que esforzarse por años, trabajando por horas en el día 
a día. Eso sólo lo sabe un hombre como el médico Restrepo
 que es consciente de que su escritura no le llegó de un día
 para otro, insuflada por efusión del Espíritu Santo.